20/5/07

La Libertad como excusa (y IV)

En El Negocio de la Libertad, Jesús Cacho nos presenta a un Jefe del Estado preocupado por mejorar su fortuna personal a fin de asemejarse a sus homónimos europeos, véase la Reina de Inglaterra y compañía. Otros trabajos de investigación, como el Saqueo de España, de José Díaz e Isabel Durán, apuntan en la misma dirección, aunque, en el fondo, todos pretendan justificar y dejar bien librado al sucesor impuesto por el dictador Francisco Franco.

Una consigna tácita se ha hecho en estos últimos veinticinco años: dejarle al margen de todos los asuntos sucios, tanto los del Estado como los de su entorno privado. Como sucediera en vida del dictador, que sólo era responsable ante Dios y la Historia, una colección de apologetas ensalzarán sus pretendidos valores. Unos lo presentarán como un ser inocente e inmaculado que no se enteraba ni se entera de nada; otros, manipuladores más futuristas, lo tratarán como un individuo que no tenia absolutamente nada que ver con su antecesor y que, además, éste era su mayor enemigo puesto que casi lo tenía secuestrado en la Zarzuela, y no le dejaba actuar ni decir nada sin su permiso; y algunos otros lo consideraran un ser, Irresponsable según la Constitución, al que todos los sinvergüenzas profesionales del reino se permiten chantajear en medio de una alucinante conspiración republicana al servicio de inconfesables intereses. La realidad dista mucho de tales interpretaciones.

Poderoso caballero

Desde que el arcipreste de Hita dejara escrito que el dinero "Al torpe hace discreto y hombre de respetar", numerosos ejemplos en la historia han venido a confirmar sus palabras.

El autor de El Negocio de la Libertad nos presenta un Jefe de Estado que, a diferencia del anterior, gusta de asistir a los saraos organizados por el clan Polanco de Valdemorillo. Un personaje al que los presupuestos del estado casi no le permite llegar a fin de mes y que, carente de una gran fortuna personal y familiar, necesita asesores que incrementen su patrimonio, sin importarle demasiado caer en manos de unos lobos de las finanzas implicados en múltiples chanchullos. Una persona que reunirá en pos suyo una importante cohorte de financieros (Manuel Prado y Colón de Carvajal, Mario Conde, Javier de la Rosa, etc.) que, pasado un tiempo, arrastraran más de una sentencia a sus espaldas por estafa, apropiación y otros delitos de guante blanco. Todo un entorno de validos cuyas acciones harán exclamar al padre de Juan Carlos la siguiente frase: "A mi esto que vais a hacer no me gusta nada".

Jesús Cacho describe la personalidad de Juan Carlos. "«El rey ha sido víctima del humano deseo de romper el aislamiento implícito en el cargo –asegura uno de sus perceptores juveniles-, no ha sabido callar, y ahora es rehén de las confidencias realizadas al oído de mucha gente». El Monarca creyó que, confiándose al Presidente del Gobierno, a sus numerosos amigos, incluso a simples conocidos, rompía el círculo de su soledad construyendo un abanico de fidelidades, de complicidades, incluso, que su condición de Rey haría sólido y duradero, inalterable al paso del tiempo. No reparó en que esa gente no hablaría, en efecto, a menos que tuviera que defenderse de imputaciones tan graves como las del caso GAL".

El Negocio de la libertad define los entresijos del Estado neoliberal, "Felipe podría callar todo lo que sabe, que es mucho, en torno a las finanzas del Monarca y los escandalosos negocios de Manuel Prado y Colón de Carvajal, el «amiguísimo». En realidad lleva muchos años haciéndolo. Así se puso de manifiesto un día en la antecámara regia, donde el entonces presidente del gobierno estaba esperando a ser recibido por el Monarca para uno de sus habituales despachos. Era una de esas cosas que peor llevaba, aquella espera protocolaria que entendía como un lamentable despilfarro de tiempo, esperar sin necesidad, para marcar rango y distancias, hasta el punto de que a veces se ponía nervioso, pero si no está haciendo nada, coño, ¿porqué me hace esperar? Hasta que un día en que la prórroga se hizo particularmente enojosa se destapó, muy enfadado, con un comentario que dejó helada a la persona que compartía la antesala:
- ¡Y dile a Manolo Prado que se conforme con el 2 por 100, porque eso de cobrar el 20 es una barbaridad!...
- Oye, oye, presidente -replicó su interlocutor-, ni le puedo decir nada a Manolo Prado, ni sé de qué me estás hablando.

Estaba hablando al parecer, de las comisiones del petróleo importado por España de determinado país árabe. Aquello era mucho dinero, pero sólo eso, dinero. Lo del GAL, por el contrario, era harina de otro costal. El GAL era el riesgo de cerrar una larga carrera política con el baldón de una condena por asesinato múltiple. Y Felipe no estaba dispuesto a cargar con el mochuelo".

En el nombre de la monarquía instaurada por Franco se reclamaban derramas extraordinarias a reyes y tiranuelos de países árabes. Se obtenían créditos sin intereses de más de 100 millones de dólares, pero llegada la fecha del vencimiento no existía el dinero con que devolver el préstamo. Se cobraban comisiones desorbitadas por los carburantes importados que acabamos pagando todos los españoles cada vez que adquirimos un producto o que nos abastecemos de combustible para el coche o para la calefacción.

Correveidiles del sistema

Toda una caterva de políticos, artistas, intelectuales, periodistas, profesores universitarios y un numeroso conjunto de correveidiles han puesto su granito de arena para engrosas la manipulación, al tiempo que medran, tratan de provocar en la población un estado de amnesia colectiva. A diario, vierten toda su bazofia informativa aprovechando cualquier ocasión. Así, con motivo del veinticinco aniversario del fallecimiento de Francisco Franco un sinfín de medios de comunicación, editoriales y articulistas de diversas tendencias han hecho aflorar todo su saber y, en multiplicidad de ocasiones, toda la hiel contenida contra el ínclito personaje, toda vez fueron incapaces de verterla mientras él vivía. Al contrario, otros artículos, documentales, entrevistas o programas extraordinarios de esos mismos medios de comunicación y libros de esas mismas editoriales han conformado el panegírico a los veinticinco años de Jefatura del Estado del sucesor de ese mismo dictador.

Atrapado en esa tendencia a tergiversar la historia, a los 25 años de su reinado considera que se ha superado la Dictadura franquista, ya que "Creo sinceramente que hemos dejado atrás muchas de las cosas que tanto nos han dividido y que explican tantos males del pasado" recordaba en su último mensaje de navidad, en el que también se mostró profeta al hablar sobre el terrorismo que "pervive, pero no sobrevivirá, os lo aseguro. Veremos su fin y para ello sigue siendo imprescindible el compromiso y la unidad de todas las fuerzas democráticas y la firmeza de todos en la defensa sin fisuras de nuestro Estado de Derecho y de los valores en los que se asienta". Es preocupante que el propio sucesor se haya llegado a creer que él no ha tenido nada, absolutamente nada que ver con esa dictadura, máxime cuando, aún hoy, la connotación de sus palabras traducen un deseo de vemos a todos en situación de "prietas las filas, rectas, marciales, nuestras escuadras van, cara al mañana que nos promete Patria, Justicia y Pan". Además, cuando el contenido de su discurso refleja que no comprenden más forma democrática que la liberal-burguesa, ni por supuesto aceptan la más mínima discrepancia sobre su concepción del estado y de España. También, con la excusa de felicitar a todos los españoles lanza un mensaje pascual dirigido, primordialmente, a los medios de comunicación para que en los días siguientes glosen su contenido y elaboren teorías sobre el qué ha dicho y sobre lo que piensan éstos que había querido decir. El subconsciente le vuelve a traicionar, cuando parece olvidar que, como en el franquismo, su intervención televisiva han de emitirla todos los medios de comunicación audiovisuales, salvo honrosas excepciones como las de EuskalTelebista. Un mensaje para justificar ese culto a la personalidad que se ha establecido en esta democracia neoliberal en la que, a diario, quedan silenciadas las voces de la mayoría.

Una víctima del estalinismo, el escritor Alexandre Kron, al día siguiente del XX Congreso del Partido Comunista de la URSS, en 1956, definía así el fenómeno del culto a la personalidad:"Donde existe el culto, el pensamiento científico se ve obligado a retroceder frente á la fe ciega, el espíritu creador frente al dogma, la opinión pública frente a la decisión arbitraria. El culto engendra una jerarquía de servidores del culto, toda divinidad necesita obispos y halagadores. El culto es incompatible con la crítica y la crítica, aún la más sana, se convierte en herejía y en sacrilegio. El culto es antipopular en su propia esencia: humilla al pueblo y obliga a considerar como un don venido del cielo lo que ha sido pagado con la sangre y el sudor del todo el pueblo".

Como siempre, los carlistas estamos, y estaremos, presentes para amargar esta nueva invención de la historia de las Españas, para denunciar a esos manipuladores y para desenmascarar cultos a la personalidad. Los españoles y, sobre todo, las nuevas generaciones de merecen un mayor respeto.

Delfín de una Dictadura

Para la enciclopedia Larousse, delfín era un título dado en Francia a varios señores feudales, especialmente en el Vienés y Auvernia. De 1349 a 1830 era el título del príncipe heredero de la corona de Francia, quien ocupaba, después del rey, el primer rango honorífico del reino.

El semanario francés Point de Vue, dedicado al cotilleo principesco, reprodujo unas declaraciones de Juan Carlos realizadas en octubre de 1968. Para la periodista Françoise Laot, "Su alteza real con firmeza y énfasis afirmó: «Jamás, jamás reinaré en España mientras viva mi padre»". Tras publicarse la entrevista, el entorno de la Zarzuela se movió rápido ante esa posible metedura de pata. Primero para presionar a la periodista a fin de que justificara esa frase; segundo, para que el Ministerio de Información y Turismo, cuyo titular era Manuel Fraga, tratara de evitar la difusión de la noticia en la prensa nacional; y tercero, para desmentir la noticia en la esfera oficial del régimen.

Como a los pocos días el diario Madrid reprodujo esta frase en su editorial, su colega ABC copiaría esa información creando más confusión. Alfonso Armada lo recuerda así: "El príncipe pidió visitar al Generalísimo para contarle la realidad de lo ocurrido y así lo hizo. Franco no dio importancia al hecho, y le aconsejo que no rectificase: "Pero, sin que mediase indicación alguna del dictador, Juan Carlos realizó unas declaraciones a Carlos Mendo, director de la Agencia Efe, para exponer sus ideas "que no eran otras que aceptar la realidad, admitiendo sin reservas el orden establecido". Al comunicársele a Franco estas declaraciones, éste dio el visto bueno sin leerlas.

El gobierno -en expresión del general Armada- estaba satisfecho con la bonanza económica y consideraba consolidado al régimen, a pesar de ser días en los que se celebraba el juicio de Burgos contra los miembros de ETA. Con el fondo de la agitación de repulsa, interna y exterior, hacia la represión del franquismo, el 20 de diciembre de 1968, éste procedió a la expulsión de España de la familia Borbón- Parma. Para completar la presión sobre las clases populares, el gobierno decretó el estado de excepción que comportó un proceso de represión selectiva, la concentración de detenidos en campos de fútbol en el País Vasco, la prohibición de concentrarse más de tres personas en la calle o de llevar más de una copia de un mismo escrito, así como el cierre de las Universidades hasta la primavera siguiente.

En marzo de 1969, el ministro de Gobernación, Camilo Alonso Vega, con motivo de su 80 aniversario, realizó una propuesta-petición a Franco para que pusiera en marcha el mecanismo previsto por la Ley de Sucesión. A partir de ese momento se hizo más patente la represión ordenada por el gobierno. El acto de Montejurra de ese año, en el que doña María Teresa pasó del exilio a la cumbre, se saldó con disparos de agentes del Servicio de Información de la Guardia Civil contra estudiantes y obreros carlistas, centenares de detenidos, interminables interrogatorios, centenares de multados como los socios de la Peña "Muthiko Alaiak", cierres de centros carlistas en todo España. El texto de las multas era el siguiente: "Haberse significado especialmente en la manifestación ilegal y subversiva, celebrada en Estella en la tarde del día 4 del actual, durante la cual se pronunciaron gritos contra el Jefe del Estado y se exhibieron pancartas de contenido ofensivo para el Gobierno y el propio Caudillo".

Hoy, la mayoría de los coríferos del sistema se olvidan de esos temibles estados de excepción que, con el objetivo de apuntalar la monarquía impuesta, sufrieron las clases populares de las Españas. Situación de represión que conduciría a la detención de miembros de la UMD (Unión Militar Democrática), a la publicación de una nueva Ley Antiterrorista o a la ignominia del SAHARA con la entrega del pueblo saharaui a las hordas marroquíes de Hassán II. Una represión que no acabaría con los fusilamientos del 27 de septiembre de 1975 y que continuaría después de muerto el dictador. La misma ferocidad mostró el continuismo franquista con los asesinatos de Vitoria y Montejurra o en la represión de las jornadas de lucha en pro de la Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía. La cacareada transición democrática desembocará en una democracia tutelada por unas fuerzas armadas, capacitadas para el alcahueteo de las escuchas telefónicas del CESID, pero incapaces de organizar la vigilancia de su propia Academia Militar, ya que en un futuro próximo serán vigilantes privados quienes cubrirán los tumos de guardia del recinto, dada la escasez de soldados profesionales.

Atado y supercontrolazo

Si hemos de creer a la prensa de la época, el personaje del que hablamos era el delfín del dictador y de su dictadura. Tengo delante mío un ejemplar del número 1.177 de La Actualidad Española, de 25 de julio de 1974. En la portada, una foto a todo color reproduce las figuras del dictador y de su sucesor luciendo atuendo militar. Arriba de la página, junto a la mancheta de la revista, estas palabras: "Francisco Franco - Juan Carlos de Borbón CONTINUIDAD".

En el sumario, bajo una fotografía de ambos militares, en blanco y negro, el siguiente pie de foto: Carlos asume la jefatura del Estado en funciones". El sumario nos remitía a la página 16 de la revista donde se decía que "interinamente, el Príncipe se ha convertido en el más alto mandatario del país, al asumir la jefatura del Estado". No en vano había prestado juramento de lealtad al Jefe del Estado a las Leyes Fundamentales en la sesión extraordinaria de las Cortes celebrada el 23 de julio de 1969, y aceptaba su designación como sucesor a la Jefatura del Estado a título de Rey. A indicación de Carrero Blanco, el propio director general de Servicios de la Presidencia del Gobierno informaría cada tarde a la Zarzuela, además de orientar y ayudar a la Secretaría de la Casa de Juan Carlos.

En junio de 1973, don Luís Carrero Blanco fue nombrado presidente del Gobierno. Después de que jurara su cargo fue a cumplimentar con el Príncipe, que le esperaba en el Palacio de la Zarzuela. Meses más tarde, en diciembre de 1973, horas después de la aireada visita del Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, a Carrero Blanco, ETA asesinaría al almirante, haciéndolo volar por los cielos de Madrid con ayuda de tecnología militar norteamericana. Juan Carlos, con uniforme de marino, en representación del Jefe de Estado, presidía el entierro de Carrero y ya de noche, en el cementerio de El Pardo, echará una paletada de tierra sobre el féretro de quien fuera su mentor político.

También, el18 de julio de 1974 Juan Carlos ostentará la representación de Franco en la recepción de La Granja. El día 19 realizará su primer acto oficial como Jefe del Estado con la firma de la "Declaración de Principios" entre España y USA.

El periodista Pedro Calvo Hernando escribiría en La Actualidad Española que "las funciones normales que las leyes vigentes atribuyen a la Jefatura de Estado, ésas han pasado íntegramente a manos de don Juan Carlos de Barbón". Los artículos 6 al 12, del título II de la Ley Orgánica del estado definían la figura constitucional del Jefe del Estado. Esta quedaba caracterizada genéricamente en el art. 6, que se expresaba en los siguientes términos: El Jefe del Estado es el representante supremo de la nación; personifica la soberanía nacional, ejerce el poder supremo político y administrativo, ostenta la Jefatura Nacional del Movimiento, garantiza y asegura el regular funcionamiento de los Altos Órganos del estado y la debida coordinación entre los mismos, sanciona y promulga las leyes y prevé su ejecución, ejerce el mando supremos de Tierra, Mar y Aire, vela por la conservación del orden público en el interior y de la seguridad del Estado en el que las leyes, empleos, cargos públicos y honores, acredita y recibe a los representantes diplomáticos, y realiza cuantos actos le corresponden, con arreglo a las Leyes Fundamentales del Reino".

El general Alfonso Armada, en su obra Al servicio de la Corona, declaraba su empeño en ser objetivo. "El nombramiento de príncipe de España fue obra de Franco, que desde el principio de su mandato deseaba restaurar la Monarquía. Es cierto que algunas personas contribuyeron mucho para que estos propósitos fuesen realidad, uno desde puestos oficiales importantes (Carrero Blanco, López Rodó, Oriol, López Bravo, Alonso Vega, Iturmendi, ete.)" Sobre las cordiales relaciones entre Franco y el príncipe -insiste Armada- manifestando: "lo que si puedo afirmar es que, desde que llegué a la Zarzuela y fui nombrado secretario de la Casa, no tuvimos nunca problemas con el Pardo, y noté que “los asuntos pendientes se solucionaban cada vez con más facilidad. El Generalísimo, en los años 60, estaba envejeciendo de forma perceptible y clara. Después del accidente de la escopeta, el proceso se observaba claramente". El general Armada nos describirá el Palacio de la Zarzuela: "Su entorno estaba formado por militares, hombres que habían participado en la guerra y que, siendo monárquicos, se habían sentido cómodos con Franco. Éste no los eligió, ni dio el visto bueno a ninguno. No hacía falta. Singularmente, el marqués de Mondejar era un defensor apasionado del general Franco, lo cual alguna vez suscitó recelos en Estoril. La información en la Zarzuela era en aquel tiempo muy completa. Proviene de fuentes diversas".

"En presencia del príncipe pretendí explicar a don Juan la «verdadera realidad española y su futuro», tal como la veían el Ejército y gran parte de la España oficial. Sin entrar en otros detalles, señalé "mi convencimiento de que el Generalísimo nombraría sucesor al príncipe, basando mi argumento en la idea de Franco de dejar España con una fórmula política estable, y en las presiones que un grupo importante de ministros estaba realizando (Carrero, López Rodó, Alonso Vega, López Bravo, etc)" -apunta Alfonso Armada. El denominado Conde de Barcelona, dirigiéndose a su hijo, afirmó: "Juanito, si te nombran, puedes aceptar; pero puedes estar seguro de que eso no sucederá". Y para no dejar lugar a dudas, el Secretario de la Casa de Juan Carlos añade en su libro: "Repito: la transición la preparó Franco y la dejó encauzada. La etapa posterior es una evolución que nada tiene que ver con la etapa anterior. Sé que lo repito muchas veces, pero creo que tiene que quedar claro". Un par de párrafos más adelante considera que "Franco se muestra complacido. Están realizando su idea sobre la sucesión, sin imponerla. Las cartas cruzadas entre don Juan y Franco lo muestran claramente".

La opinión del general Vernon Waiters, uno de los máximos responsables de la CIA, sobre su conversación con Franco define como todo estaba atado y bien atado. Franco escuchaba con atención al general norteamericano, "pero de pronto dijo: ¿Usted viene para saber que pasará en España el día que yo muera? Pues voy a decírselo: reinará el príncipe don Juan Carlos, que es lo establecido, y se hará lo que el pueblo Español quiera. De los políticos no me fío". Armada sigue su relato: "El general Walters, que había encontrado a Franco muy envejecido, estaba impresionado con la conversación. Me preguntó también que pensaba yo que ocurriría a la muerte del general, y le aseguré que todo estaba previsto y que lo mismo que funcionó el aparato del Estado en la interinidad, seguiría funcionando después". El 1 de octubre de 1975 se celebraría en Madrid una manifestación de apoyo al régimen, tras los fusilamientos de días antes. Juan Carlos y Sofía acompañaron a Franco en el balcón del Palacio de Oriente. Los máximos representantes del régimen habían desatendido toda petición de clemencia, incluso la del Papa de Roma.

Nos relata El Negocio de la libertad que "Urbano (Pilar) afirmó que la Reina le había definido como «juego voluntariamente ambiguo» la relación del Rey con los militares antes del 23-F. Urbano aseguró que la Reina le dijo que Juan Carlos había hecho creer a los militares que estaba con ellos". (...) "Las declaraciones de la Reina -y de ahí su importancia- pondrían en tela de juicio la verdad oficial sobre algunos comportamientos en torno a un episodio que, en el fervoroso akelarre de exaltación democrática que le siguió, sirvió para sentar a una persona y consolidar una institución".

Jesús Cacho apunta sobre los GAL que "Algunas fuentes sostienen que esa reunión (la de la Junta de Jefes del Estado Mayor de octubre de 1983) estuvo presidida por el Rey, extremo que ha sido desmentido por la Zarzuela. Formalmente no tenía por qué presidirla, aunque el Monarca debía estar al corriente de la misma. La JUJEM era una cadena de mando estrictamente militar, de acuerdo con la estructura jerárquica de las Fuerzas Armadas. (...) y esa cadena debe necesariamente informar al Rey de la situación, porque el Rey es el jefe de la Junta de Jefes del Estado Mayor, la máxima autoridad, el último escalón de la línea de mando."

Por mucho que nos la quieran cambiar, manipular o reinventar, así es la historia. Informar es mucho más que manipular. Como expresó Josep Mª Terricabras, catedrático de Filosofía de la Universitat de Girona, en su conferencia del 27 de junio sobre La función del periodismo y los periodistas en Cataluña, es necesario un periodismo crítico y autocrítico, ya que "En una sociedad activa democráticamente, el periodista ha de participar en la tarea de retomo del poder democrático a la población porque es para quien trabaja el periodista, es a ella que el periodista ha de retornar la información y el sentido crítico, la iniciativa, el protagonismo, el poder crítico y la autonomía de pensamiento". La libertad en una democracia de participación ha de ser algo más que una declaración recogida en un papel, en una carta por muy magna que ésta sea. La libertad no puede ser una excusa para que unos cuantos sinvergüenzas medren a costa de las clases populares de las Españas.

(Publicado en El Federal, núm. 8 –Enero 2001)

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