11/5/07

Aprende a decir NO

Algunas personas equiparan su deseo de vivir en paz con el decir amén a todo. De manera constante dicen sí a los actos de cualquier gobierno, a las leyes emanadas del poder legislativo, a las actuaciones y resoluciones del Ministerio fiscal, a los autos y sentencias del Tribunal de Justicia. También, se someten a las decisiones de cualquier Ayuntamiento, Consejo Comarcal o Diputaciones por más que mascullen palabras en silencio. Su capacidad afirmativa les pone en el punto de mira de cualquier Institución que, sin escrúpulos, les deniega sistemáticamente sus solicitudes a sabiendas de que nunca se meterán en el berenjenal de recurrir. Estas personas no llegan a plantearse la legitimidad, la justicia, e incluso la legalidad de la actuación del poder. Por el contrario, son capaces de autolesionar sus derechos con tal de no ofender al que manda.

Con su diario asentimiento, allanan el camino a los poderosos –gobiernos, instituciones y organizaciones nacidas en el seno de la sociedad- para que, con maneras más o menos sutiles, ejerzan la coacción y la coerción. Cualquier método parece válido cuando se trata de coaccionar para conseguir un objetivo, por más simple o inmoral que éste sea. Este mundo en que vivimos, aparentemente civilizado y democrático, presenta dos características esenciales: la imposición de un pensamiento único y la presencia permanente del miedo, ya sea a un atentado, ya sea a no poder pagar los múltiples créditos suscritos y a perder los bienes adquiridos con ellos, etc. La idea de sobrevivir a toda costa se difunde en nuestra sociedad y para ello se aconseja a la población responder con un Sí a las propuestas de los instalados. Decir amén a todo puede evitar un buen número de dificultades, puede impedir el cerrarse una tras otra todas las puertas, así como no adquirir la condición de apestado.

La doble imposición –pensamiento único y miedo- tiende a dificultar el pensar objetivamente, y, en consecuencia, el poder examinar la realidad en toda su complejidad y con la distancia precisa para que las emociones no enturbien nuestro juicio. La sensación de una violencia incierta y descontrolada que la población percibe asociada a la economía como vehículo globalizador otorga mayor valor a un terrorismo, que se presenta bajo cuatro aspectos: económico, ecológico, de masas y de Estado. Ese terror, implantado como condición sine qua non de nuestras vidas, nos impele, todavía más, a decir que sí a todas las propuestas que emanan del poder, por disparatadas que éstas sean. La labor de zapa y de deformación de la conciencia que realizan los grandes medios de comunicación convertirá el mayor disparate en uno de los mayores aciertos de la humanidad.

Para contrapesar la acción y efectos de los continuos disparates que se dicen y se hacen, las personas disponemos de capacidad para decir NO, cuando la ocasión lo requiere sin tener que caer, por ello, en la sinrazón del No sistemático por principio.

Todos hemos sufrido alguna vez aquellas personas que, por sistema, se oponen a todo aquello que es planteado por otros que dispongan de escaso poder, ante quienes pondrán toda clase de obstáculos sin importarles de qué se trate. Para estas personas, el decir NO les hace sentirse importantes ante sus “iguales”, ya que piensan que de esta forma nada se puede hacer sin su consentimiento. En su lógica, tratarán de rechazar ostensiblemente aquellas actitudes que se sitúan al margen o enfrente de lo políticamente correcto, puesto que no toleran ninguna digresión. Habitualmente, son personas con ciertos problemas de personalidad, como falta de seguridad en sí mismo, que ocultan bajo la apariencia de oponerse a lo que pretenden los demás. Se ofenden con gran facilidad si alguien les lleva la contraria, y si encuentran resistencia replican con gran agresividad o se muestran desconcertadas, llegando a romper toda relación con los “ofensores” y a no querer saber nunca más de ellos.

Todos hemos conocido, también, padres y educadores incapaces de decir NO a los caprichos de hijos y alumnos, que han acabado sin saber cuáles eran los límites de su personalidad y les ha conducido a una vida auténticamente desgraciada. Asimismo, en ocasiones, vemos, escuchamos o leemos como diversos personajes, políticos o no, manifiestan opiniones o muestran unas actitudes en público, cuando, en la intimidad, opinan lo contrario o realizan valoraciones en un sentido diferente.

¿Cómo se consigue que muchas personas digan realmente lo contrario de lo que piensan o sienten? Sin duda, la insistencia de determinados grupos sociales, la influencia de los grupos de presión económicos, las “Brunetes” mediáticas con su infantería de tertulianos y su batería de reptiles a sueldo de los fondos reservados, las consignas y órdenes de las direcciones de partidos y sindicatos, la ridiculización de las posturas ajenas a los valores individualistas y hedonistas del sistema, presionan sobre todos aquellos que defienden un conjunto de valores que cuestionan la sociedad actual en cuanto a su atonía moral y su descomposición ética. Así consiguen que algunos que rechazarían o pondrían en duda aspectos sociales o políticos, se manifiesten con un “Sí, pero...”, siempre alegando que no se dan las condiciones objetivas para actuar en contra del sistema.

El pensamiento único neoliberal actúa ya sin ninguna cortapisa política, social o ética, impone el gregarismo y el mimetismo social, condena a quienes disienten o se rebelan a no salir en la foto, y, para vivir cómodamente, exige la aceptación por las personas de su modelo de esquizofrenia social que, justificándose en la seguridad, cercena derechos y libertades, arrancadas por las luchas de las clases populares, al tiempo que utiliza la política y sus corruptelas como un modus vivendi de alto estanding y que anula el respeto a las creencias y a las opiniones de los otros con tópicos y malentendidos de un progresismo de taberna que, como toda argumentación, descalifica exhalando gritos, groserías y procurando el permanente desprestigio del contrario.

Ante ese panorama, aprender y acostumbrarnos a decir NO es un ejercicio de pura higiene mental y social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario