22/5/07

Declaraciones de un profesional de la Demagogia

La Declaración de Estella y la dinámica generada tras ella, ha pillado por sorpresa al PP y al PSOE, quienes casi seis meses después, todavía, no han salido de su asombro y, como aquellos niños mimados a los que se les hace compartir un juguete, han optado por el boicoteo a todo intento de paz que no suponga una absoluta claudicación. Llámese Declaración de Estella o Perico de los Palotes, cualquier iniciativa que no salga de ellos la han de destruir y para ello cuentan con el férreo control de la casi totalidad de los medios de comunicación social de mayor difusión o audiencia.

En este sentido, deben entender las declaraciones realizadas al diario El Mundo por el ex vicepresidente del gobierno Alfonso Guerra, en las que mezcla el culo con las témporas asociando al PNV con el carlismo y en las que aprovecha para poner a parir a nacionalistas y a carlistas.

Con veinte años de presencia destacada en la vida pública española, Alfonso Guerra no puede ocultar su auténtica careta y aflora por él toda su concepción centralista de España, que tan bien mamó en el Fascista Frente de Juventudes. Una organización de la que fue miembro destacado en Sevilla donde junto a Felipe González y otros que más tarde ingresarían en el PSOE, cantaban con el brazo en alto y con fuerza el "Cara Sol" ante la efigie del "Caudillo Franco". Por tales méritos políticos, Alfonso Guerra obtenía becas económicas otorgadas por las organizaciones políticas falangistas del "Sindicato Español Universitario" y del "Frente de Juventudes".

Esta pertenencia al Fascismo español influyó decisivamente en el sevillano Clan de la Tortilla, donde Alfonso Guerra jugaba un papel destacado. Cada análisis sobre los primeros años setenta arroja nuevos datos sobre cómo se fue gestando la creación de Partidos Políticos a la medida de la transición que el propio régimen franquista preparaba y en la que a elementos sin escrúpulos como a Alfonso Guerra o Felipe González se les reservaba un papel principal.

Así no puede extrañar a nadie que, en el inicio de 1976, por la radio de los "grises" se transmitieran órdenes como esta: "Atención, bajo ningún concepto detengan y arresten a Felipe González"... "No debe ser interrogado, caso de ser detenido póngale de inmediato en libertad".

Alfonso Guerra, perito industrial, forjador de la Librería Antonio Machado de Sevilla, pronto se convertiría en auténtico fustigador de la industria editorial, ya que incumplía con harta frecuencia sus compromisos de pago contraídos. Y si no que se lo pregunten al actual Consejero de Bienestar Social de la Generalidad de Cataluña, el honorable Comas, quien, cuando tenía responsabilidades en la editorial Molinos, sufrió los impagados de Alfonso Guerra. Otra muestra de su generosidad es la donación de su "boyante empresa" al entramado financiero del PSOE, que debió de asumir todas sus deudas.

Acostumbrado desde sus tiempos del Frente de Juventudes a vivir con los gastos pagados, una vez en el gobierno de España, Alfonso Guerra hizo su especialísima contribución al aumento de la deuda del reino de España. Al progresista Alfonso Guerra se le podría considerar, también precursor y maestro de Bill Clinton en asuntos de faldas. Con el uso indiscriminado y personal de los aviones de la Subsecretaría de Aviación Civil para asuntos tan "oficiales" como sus continuos desplazamientos a Roma para reunirse con su amada. De esta manera, todos los españoles pagábamos sus devaneos amorosos y los gastos que él y su séquito ocasionaban en el picadero romano.

Una cadena de escándalos sin fin, ocultada durante el franquismo, consolidada por el entramado que fue UCD, corregida y aumentada por militantes del PSOE como el clan Guerra y que ha conducido a deteriorar seriamente las bases de la democracia burguesa que los poderes tácitos impusieron a los españoles como salida de dictadura.

En algunos momentos individuos como Alfonso Guerra deberán explicar a las bases de mi Partido todas las maniobras realizadas antes, durante y después de la denominada transición democrática. También, deberá explicar a toda España el coste de su caótica gestión que puso en entredicho a las instituciones públicas, que generó un déficit público archimillonario e hizo contraer al reino de España una deuda de tal calibre que los diversos Tribunales de Cuentas se han visto casi incapacitados para determinarla con exactitud. Una actuación en la gestión pública que casi liquida a entidades tan centenarias como la Cruz Roja, expoliada en su patrimonio durante su mandato, o como la Guardia Civil a la que llevó a conocer las cotas más bajas de su historia en la consideración popular.

Y, ahora, quienes más se distinguieron en esos escándalos y que, muy a su pesar, tuvieron que dimitir por ellos, esos personajes como Alfonso Guerra u otros de las misma ralea se permitan dar lecciones de democracia y comportamiento ético dejando olvidadas muchas cosas en el camino. Impresentables como Alfonso Guerra se pretenden puros y atacan con toda una batería de memeces al Carlismo.


(Publicado en El Federal núm. 0 - Marzo 1999)

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