11/6/10

Patética Legión

No tardó Cándido Méndez, ni una hora después de la manifestación del 8-J, en actuar como portavoz del Gobierno contra el que, supuestamente, se habían dirigido las protestas en la calle de los funcionarios. Un Cándido Méndez que actúa ya como cuarto Vicepresidente, con la misma línea de Prisa, con enorme afán de protagonismo para anunciar una crisis del gobierno de Rodríguez Zapatero y pedir su remodelación tras tres años sin tomar medida coherente alguna. A modo de conclusión lanzó el anatema de que “adelantar las elecciones es generar muchos más problemas”. Era la culminación de una huelga general en la que no paró ni el 18 por ciento de los llamados a secundarla. La representación teatral cosechó pitos y una seria advertencia.


Cientos de miles de cargos políticos, asesores, coordinadores y comisarios políticos han okupado la administración en los últimos años para controlar hasta el más mínimo detalle y, por supuesto, todas las bolsas de trabajo para que sólo trabajen las personas con el carné correcto


Una obra teatral escrita un miérdoles por la noche en La Moncloa, en una de aquellas cenas que organiza Rodríguez Zapatero para repartir consignas entre sus invitados. Unas veladas en las que Cándido Méndez tiene presencia destacada en unos momentos en que la olla a presión del malestar de los trabajadores estaba a punto de estallar y se necesitaba una válvula de escape. Por ello, el gobierno optó por el maquiavelismo masónico estilo Rubalcaba, auxiliado por la media inteligencia de Rodríguez Zapatero y de Méndez. Al oscuro, retorcido y manipulador, dirigente de UGT se le confió la misión de convencer al obtuso dirigente de CCOO, Fernández Toxo. Dos dirigentes sindicales, en las antípodas de un Camacho o de un Redondo, que se han posicionado permanentemente al lado del poder, que han avalado sus permanentes políticas destructoras de empleo y los recortes de las conquistas sociales, y que, en esta ocasión, tenían la misión de reducir en 340,5 millones de euros el gasto del estado si conseguían hacer paralizar toda la administración pública. El resto de sindicatos convocantes se añadieron al evento, excepto el CESM, el Satse y CNT. Todos sin ninguna convicción, con la única idea de no quedar descolocados ante los trabajadores afectados. Un guión marcado por el gobierno que contaba con unos actores (sindicatos) y unas cámaras (todas aquellas TV al servicio del régimen; es decir, desde la 1ª a la Sexta).

Un guión que sirvió para consensuar una huelga Light que culminaría con una manifestación de baja intensidad, para permitir a Rodríguez Zapatero obtener otra victoria pírrica y seguir considerándose “representante de los trabajadores”. Un guión que incluía una opípara comida para los dirigentes sindicales, el día 7 de junio, para sustanciar los últimos detalles de la huelga en el Hotel Villa Magna de Madrid. Una huelga, mezcla de cinismo y malevolencia, que demuestra la pérdida de capacidad de convocatoria de los sindicatos, que se mueven al compás del dúo teatral compuesto por Cándido Méndez y Fernández Toxo. Méndez llegó a decir: “Nosotros no ocasionamos las huelgas. Solamente las convocamos” y criticó al gobierno por minimizar la magnitud de la crisis económica y por haber mantenido tanto tiempo que los recortes serían innecesarios.


En este Hotel de 5 estrellas, en el barrio de Salamanca de Madrid, el día 7 de junio comieron opíparamente los dirigentes sindicales para ultimar detalles de la huelga


Análisis de unos pormenores

Toda huelga lleva unos pormenores en su preparación y desarrollo. Uno es la forma de convocarla, otro la forma de organizarla y otros los actos públicos a desarrollar.

Unos señores absolutamente ajenos a la Función Pública, Cándido Méndez y José Ignacio Fernández Toxo, a quienes nunca se les descontará ni un euro, sin consultar a los afectados, decretan una huelga general que ellos no realizarán bajo ningún supuesto. ¿Qué pretendían Méndez y Toxo? ¿Qué los funcionarios sacrificarán parte de sus sueldos en una huelga que no se sabía para qué iba a servir, ni a quién iba a servir?.


Dos personajes que se han mostrado incapaces de decir la verdad, en la mayoría de sus intervenciones

En esta ocasión, más que en ninguna otra anterior, se han determinado de forma abusiva los servicios mínimos, los grandes sindicatos convocadores no han expresado una especial protesta. Se han dado casos especialmente llamativos en hospitales de Cataluña, trabajos cubiertos a diario por dos personas se han adscrito a tres personas de servicios mínimos. Sanidad, Educación, Hacienda y otros ministerios y consejerías. Ayuntamientos con 265 trabajadores han adscrito a servicios mínimos a 145 de ellos.

En Madrid, por ejemplo, la manifestación recorrió una distancia de unos 300 metros, infinitamente inferior a cualquiera de las manifestaciones realizadas en la capital en los últimos tiempos.

En Tarragona asistí a la manifestación que partió desde la Plaza de su Ayuntamiento, atravesando la Rambla Vella en dirección a la Rambla Nova para enfilar hasta la subdelegación del Gobierno en la Plaza Imperial Tarraco. La prensa local reflejó una participación de cuatro mil a dos mil personas en la manifestación convocada por CCOO, CSI-F, IAC, UGT, USOC y Sindicat de Periodistes. Tres compañeros que se dedicaron a contar a todos los asistentes conforme accedían a la Plaza Imperial Tarraco, emplazados en tres lugares diferentes, me indicaron las siguientes cifras: 789, 846 y 852. Ustedes mismos. Casi había más siglas, pancartas y banderas que participantes.

El oportunismo infantil de los grupúsculos comunistas e independentistas, con pintas de no haber pegado un palo al agua en su vida, hizo su presencia también en la manifestación con banderas que para nada representaban a los funcionarios. También, unas docenas de trabajadores del sindicato de construcció i fusta de CCOO. Decenas de pensionistas se añadieron a la manifestación. A una treintena de amas de casas que se encontraban comprando en el mercadillo de la Rambla Nova, las pudimos convencer para que se unieran a la manifestación. La CGT realizó su propia manifestación a escasos cuarenta metros del resto de manifestantes, encabezada por su pancarta y un anciano vestido de explorador, con su camisa y pantalón corto caqui, con su megáfono. La manifestación anarcosindicalista englobaba a unos veintitantos ocupas que, entusiasmados, gritaban “vaga, vaga general”, conociendo a un buen número de éstos puedo decir que su historial laboral no sumaba ni cincuenta días cotizados en su vida, y a un grupillo de estudiantes con sus carpetas de la Universidad. También, dos banderas lilas dibujadas con una estrella de David, integrada dentro de una media luna, de la que pendía una cruz invertida. En verdad, que el grupito que las llevaba mostraba un aspecto satánico. Al margen de ellos, los miembros del SUP y CEP lucían en sus pancartas y estandartes la bandera española.

Silbatos, gritos, bocinas de camión y de barco ensordecían el ambiente. Así, casi nadie pudo escuchar la lectura del Manifiesto realizada por el profesor Sánchez Cervelló, de la Universidad Rovira y Virgili. Este profesor, en la plaza del Ayuntamiento, momentos antes de iniciarse la marcha unitaria, me enseñó los párrafos enteros del Manifiesto que no leería por ser reiterativos, inconsistentes y erráticos. Por ejemplo, tuvo que cambiar la fecha indicada como la del año del Plan de Estabilización que los autores del Manifiesto habían situado 9 años antes, en 1950.

Así acabaron algunos lábaros del sindicato del régimen, en la basura

Cuando al acabar la lectura del manifiesto, por unos altavoces situados en las columnas de la subdelegación del Gobierno, comenzó a sonar el canto de la internacional, numerosos manifestantes hicieron sonar sus silbatos para acallar la música mientras plegaban sus pancartas y, cabreados, daban por terminada su participación, cosa que hizo otro importante núcleo cuando sonaron las primeras estrofas del canto de Els Segadors, y creció el abucheo con gritos de “no hemos venido a un mitin político”, desapareciendo de una concentración que ya no reunía ni trescientas personas. Tan sólo iban quedando los liberados de CCOO y UGT que recogían pancartas y banderas repartidas entre los asistentes, mayoritariamente no afiliados a quienes se las habían entregado para que las enarbolasen durante la marcha y que éstos dejaban abandonadas en el suelo de la plaza. Pero, este social-oportunismo de una izquierda caduca, necesitada de consignas, que prefiere perder su hipotético prestigio antes que perder la subvención, no será capaz de sacar conclusión ni enseñanza alguna.

Un modelo sindical moribundo

Nada puede ser igual a partir del 8 de junio. El sindicalismo histórico ha desaparecido y no consigue mover a la gente en una huelga general. Su descrédito les ha llevado a una escasa capacidad de movilización. Si en anteriores convocatorias de huelga, habían conseguido falsificar la participación real con grandes manifestaciones e infinidad de piquetes que, salvo en las grandes empresas, no servían para impedir que en un buen número de las empresas de España se siguiera trabajando con las persianas bajadas y en otras miles más se recuperasen las horas pérdidas por la huelga en días posteriores.


Méndez y Corbacho embelesados por las subvenciones en juego"

Ahora, se ha plasmado el fracaso del modelo sindical español implantado en la transición: unos sindicatos incapaces de defender a los trabajadores de los múltiples ataques del PSOE a sus derechos y condiciones de trabajo. Es la culminación del fracaso de querer trasplantar el modelo de representación política al mundo sindical. Las ideologías periclitadas y la corrupción han hundido aquel movimiento obrero en España, que fue la punta de lanza en la lucha antifranquista y que mostró una enorme capacidad de sacrificio.

Este sindicalismo de representación, de despachos enmoquetados que anulan su reivindicación y beligerancia por más pancartas que sostengan sus dirigentes y sus liberados, se encuentra financiado en un 90% por el dinero público. Un sindicalismo basado en dilatados procesos de elecciones sindicales que supone enfrentar y dividir a los sindicatos entre sí, ya que se vota por listas; es decir, sindicatos y no por personas. Sin delegados del personal, el sindicato se juega liberados y subvenciones y su participación en los consejos de administración de empresas públicas, de Institutos o de la Administración Pública. Una lucha feroz por conseguir parte de un botín de cientos de millones de euros. Los sindicatos convocan las elecciones en las empresas e instituciones, o, en su caso, se realizan por acuerdo mayoritario de los trabajadores de las empresas. Los sindicatos no suelen hacer asco a las listas que les confeccionan miles de empresarios, o los delegados políticos en la Administración Pública, para que las presenten con sus siglas. En el proceso de cómputo de resultados suelen existir miles de denuncias por parte de los sindicatos o de las candidaturas que han sido perjudicados por la componenda entre mayoritarios y patronal, quienes, a su vez, son juez y parte en las comisiones de Arbitraje. Así tenemos que sindicatos con pareja afiliación entre los trabajadores de una empresa, unos obtienen representación y a los otros se les anula votos, obtienen pocos delegados o ninguno.

Un sindicalismo de representación absolutamente atomizado que solamente muestra unidad en sentido negativo, frente a un imaginado enemigo común, que se pavonea de intransigencia doctrinal, con una demagogia que le conduce a un inmenso desorden y a la incoherencia operativa, y que es incapaz de analizar su desunión, el desánimo de los trabajadores y muchos menos sus propios errores. Al preferir las subvenciones que sustituyen la falta de afiliación, se imposibilita su presente y se ennegrece mucho más su futuro.

Este 8 de Junio nos ha de determinar a los trabajadores conscientes -activos, desempleados y pasivos- a abandonar a una dirigencia sindical corrupta, cuya actividad está dirigida, casi exclusivamente a conservar su modus vivendi y a convertir el sindicalismo en una patética legión. De las cenizas de este sindicalismo inútil que responde a criterios ideológicos ajenos a los intereses globales de los trabajadores y que no representa ni a sus propios afiliados, hemos de levantar un movimiento sindical no sectario y libre de toda ingerencia ajena al mundo del trabajo. Solamente unos Sindicatos enteramente Libres, fundamentados en la afiliación y en sus cuotas, en las secciones sindicales de empresa, capaces de organizar una Caja de Resistencia y Solidaridad, que les permita una Acción Sindical orientada a defender los intereses de los trabajadores, no los de aquellos partidos políticos que los utilizan como taburete para ascender, pueden hacer surgir un nuevo movimiento de defensa de todos los trabajadores, de sus puestos y condiciones de trabajo, de su seguridad en el trabajo, y con capacidad para su participación fuera de las empresas e instituciones. Un sindicalismo que sea capaz de extender la solidaridad universal.

De este conflicto, debemos extraer una conclusión: son los trabajadores quienes han de decidir hacer una huelga o no hacerla, y que ésta no se les ha de imponer por decreto de los secretarios generales de dos sindicatos. Si no se tienen claro conceptos tan elementales, que personajes como Méndez y Toxo no esperen otro grito, convertido en unánime clamor: ¡dimisión!

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