16/7/13

Brigadas Internacionales contra Siria (I) – Matanzas ancestrales

El 23 de junio de 2013, el Convento de la Custodia de Tierra Santa, en Gassnanieh, fue atacado por el grupo yihadista Jahbat al-Nusra. En este monasterio del norte de Siria, los rebeldes decapitaron al franciscano siro-católico François Murad. Los propios rebeldes grabaron un video para distribuir por la red. En él, se ve a los rebeldes gritar como posesos y acusar a las tres personas arrodilladas en el suelo. Cuchillo en mano, las decapitan y muestran orgullosos sus cabezas, como si de un trofeo se tratara. Algunos medios occidentales informaron de este acto deleznable, otros como ya viene siendo habitual optaron por el silencio.

El franciscano siro-católico Murad, instantes antes de ser decapitado por los rebeldes de Jahbat al-Nusra

El viernes 12 de julio de 2013, un líder rebelde sirio, Kamal Hamami, alias Abu Bassel al Ladkani, miembro del Consejo Militar Supremo del Ejército Sirio Libre (ESL), fue asesinado por el grupo Estado Islámico en Irak y el Levante, una de las facciones vinculadas a Al Qaeda. El grupo yihadista planeó una encerrona haciéndole acudir a la ciudad portuaria de Latakia, en un área bajo control rebelde, para discutir planes de combate. Tras asesinarlo a navajazos, el grupo yihadista telefoneó a Qassem Saadeddine, portavoz oficial del ESL, para decirle que “habían matado a Abu Bassel y que matarán a todo el Consejo Militar Supremo”.

Con anterioridad, en mayo de 2013, otra grabación rebelde mostraba a Jalid al Hamad (de Homs), alias Abu Sacar, comandante de la brigada Omar al Faruk, acercándose al cadáver de un soldado del régimen, y con un cuchillo arrancarle el corazón y, acto seguido, gritar ante la cámara: “Juro por Alá que vamos a comer vuestros corazones e hígados, soldados de Bashar, perros”.

A mediados de marzo de 2011 alcanzó la llama de la revuelta a Siria, oficialmente una república árabe en Oriente próximo, en la orilla oriental del Mediterráneo. Siria, que es miembro de la ONU, poseía en esas fechas una población de 20,82 millones de habitantes, la mayoría de los cuales hablan árabe y profesan el islam, siendo el sunismo el grupo musulmán mayoritario. Entre los musulmanes no sunnitas en Siria están los drusos, alawitas y chiitas. Hay en Siria minorías de las etnias asiria, armenia, turca y kurda junto a miles de refugiados palestinos. Un conjunto de población diversa que le permite tener cierta influencia sobre sus países vecinos. La protección de esas minorías en el Líbano hizo que tropas sirias permanecieran en él durante 29 años, en especial en el valle de la Bekaa, hasta el 2005.

El fuego de la protesta se había iniciado con la rebelión de los saharauies contra Marruecos, que tuvo continuidad en el levantamiento de Túnez –el único que ha derivado positivamente-. Las fundaciones de análisis neoliberales y las del mundo árabe hicieron sus cábalas sobre la conveniencia del apoyo y la incitación a la primavera árabe. Dos años y medio después, la primavera se ha trastocado en oscuro invierno.

Desde marzo de 2011, las protestas se fueron extendiendo desde ciertos barrios de la capital, Damasco, hacia otras poblaciones, en una espiral sunita que amenazaba con desestabilizar el poder y que indujo a Asad a usar la fuerza de manera tajante.

Desde entonces, las organizaciones humanitarias internacionales vienen hablando de miles de refugiados sirios que huyen de la represión del régimen de Bashar al-Asad y de la violencia orquestada por los rebeldes. Desplazados que se concentran a lo largo de las fronteras con Turquía al Norte, Irak por el este, Israel y Jordania al sur, y Líbano por el oeste. Una huida del conflicto entre dos bloques: uno, las fuerzas armadas y aliados del régimen sirio y, otro, el Ejército Sirio Libre y sus múltiples y problemáticos aliados, habitualmente, captados, trasladados al lugar, armados y mantenidos por Al Qaeda. Un éxodo de más de 1,3 millones de personas huidas de sus hogares en busca de refugio. Países como Turquía, Líbano, Jordania o Irak manifiestan encontrarse al límite de sus recursos y solicitan el apoyo de la comunidad internacional para garantizar la protección y ayuda, técnica y económica, a los refugiados de esta nueva crisis humanitaria.

La Siria de los Asad

En una sucesión de golpes de estado desde la independencia en 1944, llevó al Partido Baath Árabe Socialista ha convertirse en la primera fuerza política de Siria el año 1963, gobernando bajo la declaratoria de estado de emergencia hasta el golpe de estado del 13 de noviembre 1970 de Hafez al.Asad, quien rigió los destinos del país hasta su muerte el 10 de junio de 2000. Desde 1970 la presidencia de Siria ha pertenecido a la familia Asad.

En 1973 se aprobó, por referéndum, la Constitución que definía a Siria como República Democrática, Popular y Socialista, basada, entre otros, en el socialismo árabe, los principios de igualdad ante la ley, libertad religiosa y propiedad privada. La constitución de 2012, aprobada por plebiscito, define oficialmente a Siria como un República unitaria semipresidencialista. Siria mantiene buenas relaciones con Irán.

Bashar al-Asad en un acto reciente

El 10 de julio de 2000, en una elección con candidatura única, con resultados de 94,6% de participación y 99,7% de apoyo, se refrendaba en el poder a Bashar al-Asad. El 17 de julio, el presidente de Siria juró el cargo ante el Parlamento y en su discurso prometió una democracia sui generis que permitiera modernizar la economía con su gradual liberalización; acabar con la corrupción administrativa y la supresión de los obstáculos burocráticos de las mafias y clanes del régimen que disuaden a los inversores; mantener los logros de los servicios estatales como la enseñanza gratuita, así como conseguir la devolución total de los altos del Golán antes de firmar una paz digna con Israel. En su alocución, solicitó una mediación estadounidense, imparcial y honesta, en el proceso de paz árabe-israelí. Su discurso mostró dos rotundas afirmaciones: la democracia Siria no puede ser de estilo occidental, sino que ha de atenerse a sus características históricas, étnicas y sociales; y el modelo de las relaciones entre países árabes ha de ser el de los vínculos de Siria con su vecino Líbano.

Éste y su familia pertenecen a la minoría religiosa alauí, una rama del chiísmo que representa al 12 % de la población y que ejerce una notable influencia en el partido gobernante, frente a un 74 % de musulmanes sunies que, ahora, buena parte de ellos se sienten respaldados por los Amigos de Siria, una coalición internacional de las principales potencias occidentales y de los regímenes árabes moderados, que bajo dirección del premio Nobel de la Paz, Barak Obama, habría decidido en abril aumentar la ayuda militar y propagandística a los rebeldes.

Las televisiones y medios occidentales divulgan muchos de los “posados” de las milicias rebeldes. Así, por ejemplo, una noticia presentaba las humaredas de los bombardeos de la aviación del régimen sobre la ciudad de Alepo, cuando en realidad “milicianos cineastas” habían vaciado dos camiones repletos de neumáticos inservibles, los habían prendido fuego, para que, desde unos edificios detrás de la escena, los cámaras grabasen la gran humareda producida sin que hubiera mediado bombardeo alguno. El viejo estilo Pallywood vuelve a funcionar de nuevo.

En 2012, las organizaciones humanitarias hablaban de decenas de miles de muertos y declaraban a Siria “el país más peligroso del mundo para ejercer la profesión periodística”. Narraban el caso de Ali Mahmoud Toman, periodista detenido en la provincia de Alepo, que apareció en la televisión estatal siendo preguntado por su participación en las protestas, detenido con desaparición forzosa, sin acceso a un abogado y sin comunicarse con el mundo exterior. En este campo, la acción del gobierno y la de los grupos de oposición y de las milicias yihadistas, han cometido crímenes de guerra contra periodistas, incluidas ejecuciones sumarias, desapariciones forzadas, tortura o secuestros, entre otros. Sin medios libres, no se puede documentar ni visualizar la destrucción y las atrocidades cometidas, ni los abusos a los derechos humanos.

Se acusa a las fuerzas gubernamentales de bombardeos indiscriminados, de arrasar barrios enteros, de usar armas prohibidas por el derecho internacional, así como de torturas, desapariciones forzosas o ejecuciones extrajudiciales de personas detenidas. Se acusa a los grupos armados de oposición de recurrir a la toma de rehenes; de tortura y ejecución sumaria de soldados, combatientes de milicias afines al gobierno y de civiles que han capturado o secuestrado; de asesinar y/o defenestrar sistemáticamente a funcionarios públicos; de servirse de armas químicas; de usar a niños para fines terroristas o para hacerles ejecutar a presos encadenados, mujeres, ancianos y niños. En su plan de facilitar la intervención internacional, muchas acciones yihadistas se enmascaran de confusión hasta el punto que, al contabilizar muertos y heridos, incluso agencias de la ONU no saben a quien atribuir determinadas matanzas.

A la espera de ayudas más efectivas, otros piden al fiscal de la Corte Penal Internacional que actúe contra esos crímenes de guerra y que tenga como máxima prioridad la seguridad de la población civil. En ese sentido, Francia lleva incitando y presionando a la Unión Europea y a EEUU para una intervención militar en Siria y para componer Tribunales Internacionales contra el régimen sirio. Los Amigos de Siria buscan implantar una zona de exclusión aérea cuarenta kilómetros en el interior de Siria, cerca de la frontera jordana, que les costaría unos 50 millones de dólares diarios. Rusia y China han manifestado reiteradamente su apoyo al régimen de al-Asad. En una futura conferencia sobre Siria, la Rusia de Putin ha prometido buscar soluciones políticas a la crisis.

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