30/11/15

De la inestabilidad política al desprestigio institucional en Cataluña

Si alguna vez tuvo un mínimo prestigio la Generalitat, cosa harto difícil, con la combinación de pujolisme, tripartito, Artur Mas y, ahora, de Junts Pel Sí y la CUP, lo ha perdido todo. Más de treinta y cinco años de autogobierno han servido para reducir su prestigio a la más mínima expresión y perder, día a día, toda credibilidad.

¡Qué espectáculo más burdo y barato llevan representando los nacionalistas desde hace cinco años! ¡Qué espectáculo más deleznable desde el 27-S! ¡Qué espectáculo más ridículo y humillante el de los intentos de investidura de Artur Mas! Porque ¿qué son sino los numeritos del entorno de Junts Pel Sí y de la CUP? Por su investidura ¿debe Artur Mas seguir mendicando sua vita política a frusto a frusto, como si de la Divina Comedia se tratara?

En su viaje a Itaca en busca del paraíso independentista, Artur Mas, al no saber elegir a sus compinches, se ha encontrado a las puertas del infierno de Dante, entre los lamentos de dolor y de ira de las castas infernales

En estos momentos, conviene recordar que la Generalitat no es el “Govern dels millors d’Artur Mas”, sino que es el sistema institucional que, dentro de España, organiza políticamente el autogobierno de Cataluña. Tan Generalitat es, pues, la Presidencia de la Generalidad, el Consejo Ejecutivo o “Govern”, como el Parlamento y cualquiera otra institución establecida por el Estatut y las leyes.

Y, salvando las excepciones que siempre existen, es el tiempo de preguntarse: ¿En este tiempo, no ha habido personas que pudieran servir de una forma honrada, personal y colectivamente, a las instituciones catalanas?

Y todos conocemos gente honrada, que se encuentra afiliada a los más diversos partidos y organizaciones empresariales, sindicales y sociales, que, por cumplir la ley, ha sido desplazada dentro de sus organizaciones, cuando no vilipendiada y anatematizada por unas dirigencias cada día más ideologizadas y, por tanto, más incapaces de tan siquiera vislumbrar los problemas reales de la sociedad.

¿No tenía Artur Mas posibilidades de negociar un gobierno con otras formaciones distintas de la CUP? ¿Por qué ese empecinamiento? ¿Para salvar a todos los “Klanes” corruptos que llevan saqueando Cataluña en estas últimas décadas?

Cualquier gobierno, cualquier responsable público, lo primero que ha de saber es que su actuación está limitada por las leyes, sin las cuales no existe la democracia. Que la democracia exige estabilidad política para poder generar la suficiente confianza que dé seguridad tanto a los ciudadanos como a las personas jurídicas y a los inversores, sin los cuales no existe posibilidad de empleo sostenible. Todo un conjunto de elementos que conducen al prestigio de una sociedad y de sus instituciones.

Y el triste “prusés” de los separatistas ha conducido a todo lo contrario: a la vulneración de las leyes, incluso las elaboradas por ellos mismos, al deterioro de la normal convivencia de las personas, al adoctrinamiento de una amplía capa de la población y, con él, a la siembra del odio y a la práctica de una corrupción transversal sin límites. En fin, ha llevado a partir a la sociedad casi por la mitad.

Responsables públicos que, en su dejación de las funciones establecidas en las leyes, han permitido que la sociedad catalana sea pasto de una alianza transversal de corruptores y corruptos, de aprovechateguis, de abducidos, de zombies, de chupópteros, de sátrapas, del nepotismo, de los llepasubvens (perceptores de subvenciones por ser amigos del régimen), de palafreneros de los caciques, de pelotillas y correveidiles, de programados mentales desde la escuela o de cargos públicos con los carnets del régimen en la boca.

Lejos, muy lejos, queda aquella concepción de la política concebida para servir a la sociedad y que permitiera instrumentar un sistema que hiciera posible la eficacia y la eficiencia de los servicios prestados a la ciudadanía. Una concepción que establece una clara línea de división entre un vivir para la política, que exige preparación profesional y dedicación y entrega, y el vivir de la política, que no exige más que servilismo, deslealtad y traición.

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