13/11/10

La ignominia del SAHARA

En los últimos treinta y cinco años el mundo ha cambiado radicalmente, pero el Sahara Occidental continúa ocupado ilegalmente por Marruecos. Cómplices EEUU y Francia, la Unión Europea y la ONU. Pero, el gobierno de Rodríguez Zapatero mira hacia otro lado y califica de sucesos la sangrienta represión de Marruecos contra los saharauis, y Mohamed VI entiende ese conformismo como un visto bueno a sus masacres.


En 2003, como secretario general del PSOE, Rodríguez Zapatero se entrevistó con Mohamed VI para reírle las gracias imperialistas al alauita. Esta fotografía nos hace comprender la estrategia y declaraciones del gobierno socialista en el conflicto del Sahara

El Sahara, era una provincia española más con sus representantes en Cortes, con sus habitantes disponiendo de DNI y pasaporte español, con la mayoría de sus habitantes deseosos de continuar en España. Pero, un movimiento guerrillero, de jóvenes ideologizados, exigía la Independencia y atacaba militarmente la presencia española, auspiciado por Argelia y sostenido por una URSS con sus ojos puestos en los fosfatos, en la pesca, hierro, petróleo y gas. Y así les ha ido.


A pesar de ello, España no puede olvidar que buena parte de saharauis tiene pasaporte español, ni que, al menos, un español ha sido asesinado por la acción conjunta de las fuerzas de policía, la gendarmería, el ejército y los cuerpos auxiliares de represión, a quienes se les han unido grupos armados de los colonos marroquíes. En su búsqueda de la impunidad, Rabat ha determinado que periodistas, ni parlamentarios españoles puedan pisar el Sahara, los cooperantes de ONG españolas se han tenido que refugiar y desaparecer de la vista de las fuerzas de seguridad marroquíes, que baten la ciudad de El Aaiun y el resto de poblaciones, casa por casa, en buscar de hombres y jóvenes saharauis. Treinta saharauis han aparecido en la morgue del Hospital de El Aaiun provenientes del campamento de Gdeim Izik y de la capital. En estos días, las violaciones de mujeres saharauis se están convirtiendo en una técnica más para aterrorizar a la población. En aspectos represivos, el régimen marroquí no repara en gastos.


Organizaciones como el Partido Carlista han mantenido siempre su apoyo al Pueblo saharaui

El censo de España establecía la existencia de 72.000 saharauis, y ya en el verano de 1976 más de 70.000 se habían exilado en los campamentos del Tinduf argelino. Un conflicto molesto, marginado las más de las veces, que exige un contacto directo con las gentes de un territorio, que fueron abandonadas, en medio del secretismo más repugnante, cuando en el Palacio de la Zarzuela se consumó la ignominia el 14 de noviembre de 1975, mientras Franco agonizaba después de haber dado la orden al Ejército Español de minar el terreno para que no avanzara la Marcha Verde hacia Al Aaiun. Por tres veces al Ejército Español se le obligó a traicionar al pueblo saharaui. La primera en 1956, en la guerra de Ifni en que se recibió la orden de volver a la costa y abandonar a los soldados. La segunda durante la Marcha Verde cuando se desarmaron a los saharauis de las tropas nómadas y, ahora, con la represión marroquí, con persecuciones y vejaciones indiscriminados, un auténtico genocidio indiscriminado donde se está enterrando cadáveres en fosas comunes en el desierto.

Hablar del Sahara es hablar de una tragedia consentida internacionalmente, que podríamos resumir brevemente: una Marcha Verde diseñada y organizada por EEUU en un hotel de Londres, los Acuerdos de Madrid con su parte secreta, las traiciones auspiciadas por Kissinger (Nobel de la Paz como Obama) y Vernon Walters, el general responsable de la CIA para Europa, las múltiples mentiras de Hassan II y de Mohamed VI, el llamado muro del Sahara, los fosfatos, la pesca, hierro, petróleo y gas, los censos imposibles que reducen al 25% a los saharauis con derecho al voto, las dimisiones de todos los enviados especiales de la ONU por la imposibilidad de toda negociación, el alto el fuego del Frente Polisario de 1991, el fracaso de todos los planes norteamericanos, incluido el de Baker de 2003 que permitía votar a los colonos marroquíes, la huelga de hambre de Aminatou Haidar a finales de 2009, las palizas a Hmad Hamad y otros activistas de los derechos humanos a su vuelta de Argel por parte de las fuerzas de policía marroquíes y que motivaron las protestas saharauis de agosto de 2010. En estos días, la población saharaui sufre constantes bombardeos y saqueos.

España no puede olvidar que sigue siendo potencia administradora de iure, hasta que se produzca el cumplimiento de todas las resoluciones de Naciones Unidas. Los Acuerdos de Madrid entre España, Marruecos y Mauritania no se ajustan a legalidad internacional alguna, tal como ha manifestado la ONU y el Tribunal de Justicia de La Haya. Declararon que España no podía ceder unilateralmente ni la soberanía ni la condición de potencia administradora.

El gobierno de Rodríguez Zapatero no puede negar las evidencias represivas marroquíes y decir ahora que: “defender los intereses de España es lo que el Gobierno tiene que poner por delante”, ni mucho menos que “no hay datos fiables de las víctimas”. Pero, fiel a la consigna de aquella izquierda de 1975 que decía “el Sahara no vale una sola gota de un soldado español”, Rodríguez Zapatero y sus ministros pretenden rechazar la tradicional doctrina de política exterior española que NUNCA ha reconocido soberanía ni derecho alguno de Marruecos sobre el Sahara.

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