14/4/09

El Castrismo entre la espada y la pared

El franquismo duró treinta y seis años hasta disolverse en una democracia formal atada y bien atada, de acuerdo con los designios del dictador y con una situación económica en la que una mayoría de la población sí que tenía algo que perder. En Cuba, la dictadura supera ya los cincuenta años y el pase a una democracia formal no se percibe en el ambiente del régimen, y sí, en cambio, la mayoría de su población no tiene nada que perder.

Perjudicados los intereses norteamericanos en la isla de Cuba, la respuesta de Washington sería ahogar a la revolución castrista mediante el aislamiento y la asfixia económica con el resultado de la total entrega de la dictadura cubana a los brazos del Moscú soviético. Al episodio de la crisis de los misiles y de bahía Cochinos le sucederían otros muchos.

Un negro futuro para el régimen castrista

Así, cuando el 13 de abril de 2009, el presidente yanqui Obama ordena al Departamento de Estado, al del Tesoro y al de Comercio levantar las restricciones a los viajes, a las comunicaciones y a las remesas a Cuba, activa una bomba de explosión retardada al hacer un llamamiento al gobierno castrista para que no interfiera los envíos, a quien deja noqueado entre la espada y la pared. Los norteamericanos aparecen, ahora, como el soporte al “deseo del pueblo cubano de determinar su propio destino”. El llamamiento al régimen cubano es claro para que “deje de interferir en los envíos y la vida de sus ciudadanos, y de intervenir en las relaciones familiares cubanas”.

Se levanta la prohibición de enviar semillas para sembrar o material para pescar, y los viajes carecerán de límite temporal o de frecuencia, y se autoriza a cuantas personas lo deseen enviar remesas y paquetes de ayuda humanitaria a una isla que carece prácticamente de todo, y cuyos receptores podrán ser cualquier cubano, a excepción de los funcionarios del régimen que no se podrán beneficiar de los envíos. Además, Obama promete negociar la puesta en marcha de nuevos servicios de comunicaciones en Cuba e, incluso, facilitará a quienes lo deseen que , desde EEUU, se paguen los teléfonos móviles de residentes cubanos.

Al levantamiento de las restricciones a las visitas de los cubanos residentes en EEUU, le seguirá, más pronto que tarde, la de los estadounidenses sin relación personal o familiar con la isla. Obama confía que en la isla, los cubanos se decidan por derribar el régimen o por obligar al gobierno a abrir el régimen a la nueva situación. La exportación y el turismo constituyen junto a las remesas del 20% de cubanos que viven en el exterior, ya por emigración o por exilio, los ingresos esenciales del país.

Obama llevaba en su programa la medida que ahora ha tomado; por ello, no en vano, el régimen castrista procedió a iniciar la ampliación del aeropuerto de La Habana, ya que las previsiones del Fondo Monetario Internacional establecían que, al levantarse las restricciones, las visitas turísticas ascenderían a 5 millones desde los 2,3 millones actuales. Esto nos puede permitir entrever la existencia de un pacto de Obama con el régimen castrista. Estamos ante una nueva fuente de ingresos, un dinero disponible que los yanquis tratarán de recaudar, a su vez, con la anulación de las limitaciones al comercio, puesto que los recursos alimentarios, ni de infraestructura turística, permiten al régimen castrista atender a la previsible avalancha de personas hacia la isla.

Con esta medida, el Obama preocupado con la crisis, la violencia y el narcotráfico, podrá abrir el camino hacia un diálogo bilateral y aparcar así un frente de preocupación, que le servirá para contener a los Chávez, Correa, Ortega y el resto de mandatarios americanos que utilizaban el embargo cubano como propaganda antinorteamericana en el continente. Ni un Raúl Castro asfixiado, ni un Lula Da Silva, acosado por la propia corrupción de sus partidarios, están por molestar al dirigente yanqui. Sobre todo, los Castros, sabedores de la absoluta ineficacia de su régimen, no quieren perder la última oportunidad que tienen para no quedar ante la historia como los ángeles exterminadores de su propio pueblo.

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