20/3/13

Nuevo Papa, nuevo tiempo de esperanza

Articulistas afamados, corresponsales de agencias y medios de comunicación, expertos en asuntos del Vaticano, tertulianos de todas las emisoras de radio y televisión, de nuevo, no han acertado, ni por asomo, en sus particulares apuestas por los candidatos a la sucesión de Pedro. Si no que se lo digan al diario La Repubblica o al Corriere della Sera que se precipitaron con los humos de la fumata blanca.

La fumata blanca nos volvió a indicar la elección de un nuevo Papa.

Ni un minuto esperaron los medios de la izquierda española para dar muestras de su infalibilidad absoluta ante cualquier situación que se tercie. Críticos con la infalibilidad del Papa, para aquellas cuestiones que constituyen el núcleo de su mensaje evangelizador, esos medios infalibles pretenden aleccionar al orbe católico sobre qué hacer y qué creer mediante los dicterios de su particular dictadura roja y arco iris. Una tiranía fundamentada en tópicos que reflejan lo nebuloso de su pensamiento, generador de tanto vacío social e intelectual en el momento presente. Una tiranía errática que no para de equivocarse, pero que deniega el derecho a equivocarse de los demás.

La paranoia antipapa

Una paranoia antipapa que creció con el fracaso del “socialismo real”, sovietizado a través del Pacto de Varsovia y del COMECOM. Un telón de acero caído, a impulsos de la protesta de los trabajadores sometidos al yugo comunista, que permitió conocer la realidad de esos paraísos de desigualdades que fueron las dictaduras del proletariado. Unos medios de la izquierda infalible que encontraron en la persona del Papa Karol Jósef Wojtyla al culpable de la hecatombe comunista. Ahora, esa progresía busca el impacto y el espectáculo mediático, busca deformar la realidad lanzando toda su retahíla de insidias y su destilada hiel más amarga contra el electo Papa Francisco, que ya soporta una campaña permanente de difamaciones para destruir su imagen. Actitudes hostiles impregnadas de mentiras y de acusaciones de complicidad con asesinatos y detenciones ilegales, ante las que el premio Nobel de la Paz argentino, Adolfo Pérez Esquivel, ha salido en defensa del nuevo Papa.

Infalibles y especialmente graciosas han sido las Epístolas del Grupo Prisa, preñadas de progresía hasta la médula. En su arenga en El País, perdón por el lapsus, en L’Osservatore Spagnuolo, que diría el periodista Julio Echevarria, Bonifacio de la Cuadra se preguntaba: ¿De dónde vendrá la salvación de la barca de Pedro, sino de Europa Laica? Tópico a tópico, el progresista Bonifacio se despacha a gusto. Habla de anacronismo sin entender que el mensaje de la Iglesia es atemporal y no está sometido a las modas del momento y, mucho menos, a los límites del pensamiento único y correcto que se está imponiendo sobre todas las sociedades del orbe conocido. Un Bonifacio progresista quejoso con la “antigüedad de los ritos” de la Iglesia; pero, a quien no le importa imponer sus propios ritos y darles una antigüedad que no tienen para obtener legitimidad. Un Bonifacio deseoso de prohibir el uso del latín como lengua común de la Iglesia, sin importarle que el uso de otra lengua discrimine al resto de lenguas habladas en el mundo. Le molesta que una religión invoque al Altísimo y no invoque las consignas y dogmas de cualquier comité central que acaba desapareciendo con el transcurso del tiempo al fracasar en sus intentos por imponer sus órdenes e instrucciones. No entiende que las personas asuman compromisos y que puedan incumplirlos en su devenir temporal. No acaba de asumir que la verdad racionada o científica no se ha de contraponer por puro determinismo mecanicista con la doctrina de la Iglesia. No comprende que un sacramento no se puede considerar una herramienta hedonista para el ayuntamiento carnal. Ni que la elección de un Papa católico no esté sometida a las normas electorales de un dirigente político. Ni que el traslado del modelo político a todos los ámbitos de la existencia haya conseguido, por ejemplo, que la implantación del sistema de elecciones en el ámbito sindical, haya inducido la atomización y la división del mundo de trabajo y a la liquidación práctica de un sindicalismo incapaz de defender a sus propios afiliados, pero que se subroga la representación del conjunto de los trabajadores.

Del nihilismo comunicador de la siempre previsible progresía, no se puede esperar otra cosa que su cansina distinción entre progresistas y conservadores y sus habituales calificativos de ultraconservador, ultra ortodoxo a quienes no acepten sus tesis. Esta progresía hundida en su materialismo histérico, si tienen alguna idea, ésta se encuentra abducida por lo político y sólo genera desigualdad tras desigualdad, mientras otros promueven lo espiritual y la igualdad de todos los seres humanos por el hecho de ser hijos de Dios.

Tiempo de renovación

Francisco, un nuevo Papa y un nuevo modelo para un tiempo de crisis moral, económica y social, con todas sus debilidades y grandezas. Un tiempo para entender qué es el Cuerpo Místico de Cristo que impele a los fieles cristianos, a dedicarse a la beneficencia, a la enseñanza, a la ejemplaridad ante la sociedad, a la administración de sacramentos y a la práctica de unas ceremonias.

El Papa Francisco, el 266 sucesor de Pedro, saluda a los fieles tras ser elegido

La elección del cardenal primado de Argentina y arzobispo de Buenos Aires, hijo de un ferroviario italiano, el jesuita Jorge María Bergoglio, de 76 años, que fue provincial de los jesuitas de Argentina, lo convierte en el primer Papa hispanoamericano, el primer jesuita que llega al Papado y el primero en elegir el nombre de Francisco para su pontificado. Un nombre escogido en recuerdo de algunos de los santos de ese nombre. Sin duda, San Francisco de Asís, máximo exponente de la pobreza y la humildad católica, y del jesuita San Francisco Javier, el evangelizador en territorios inhóspitos.

Tras dos jornadas de cónclave y cinco votaciones se produjo la fumata blanca y el “Anuntio vobis gaudium, habemus papam. Eminentissimum ac reverendissimum dominum, dominum Georgium Marium, sanctae romanae ecclesiae cardinalem Bergoglium, qui sibi nomen imposuit Franciscum" del protodiácono dirigido a los miles de millones de fieles, realizado desde el balcón de la plaza de San Pedro, abría paso al Papa número 266.

Minutos después, vestido con la sotana blanca, el Papa Francisco rezó por su predecesor y "por todos, para que sea una gran hermandad", ya que "empezamos este camino, el obispo y el pueblo, el camino de la Iglesia de Roma". Pidió a los fieles que recen por él, "la oración del pueblo para el Papa", y rogó "que el Señor me proteja", antes de impartir su primera bendición “urbi et orbe” (a la ciudad y al mundo).

En los pontificados anteriores la prelatura del Opus Dei, y los movimientos Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo o Camino Neocatecumenal habían multiplicado su influencia, ahora, a priori, la tiara Papal puede mostrar una tendencia muy diferente. Como Arzobispo de Buenos Aires, mantuvo un discurso contra la pobreza y la corrupción, se implicó en la dura crisis del “corralito”, impuso una penitencia a la iglesia argentina connivente con la dictadura militar, y se enfrentó a los gobiernos de los Kirschner, especialmente por la ley del gaymonio. Gobiernos que azuzan, ahora, gracias a su control casi absoluto de los medios de comunicación, las campañas de desprestigio contra el recién elegido Papa, usando para ello toda suerte de fantasmas del pasado dando chanza a periodistas de la desinformación e incluso a esos teólogos mediáticos prêt à porter siempre al servicio del pensamiento único.

Qué espera al Papa

Una parte de los medios de comunicación, en las últimas décadas, ha relegado la realidad de la Iglesia a efectos y apariencias, a crónicas de sucesos escandalosos y de cotilleos escabrosos, al tiempo que han silenciado su lucha contra la pobreza o el diálogo interreligioso, y han trivializado lo espiritual y religioso. No obstante, en este mundo de bloques antagónicos que se confunden y se unen y se fragmentan simultáneamente, el literato Gonzalo Torrente Ballester descubrió la existencia de otra Iglesia, cuyos miembros tratan de superar permanentemente sus contradicciones internas y ven como la división en pobres y ricos, la desindustrialización o la miseria del sur que se enclava en la opulencia del Norte mediante una inmigración descontrolada por las guerras, profana el templo de Dios. Y como la secularización, la virtualidad hipercomunicadora que conduce a una realidad de mayor soledad, el desastre ecológico de la naturaleza o la homogeneizacion de la cultura, lo continúa profanando. Incluso, la propia Iglesia, a menudo, ha tendido a olvidar un mensaje evangélico que perturba a los grandes poderes políticos, económicos y sociales.

Entre los retos que deberá afrontar el Papa Francisco, señalaremos algunos:
• Proclamar a Jesucristo y su Evangelio en todo el Orbe, con una opción preferencial hacia los pobres, y trazando las líneas para que la religión deje de estar relegada al ámbito de lo privado. Llamar a la participación para que el Pueblo de Dios aporte su experiencia y su palabra.
• Reforzar el Ecumenismo e ir más allá de gestos simbólicos, recuperando el espíritu de Asís y las experiencias de la oración en común, especialmente cuando la persecución anticristiana se recrudece en muchos países del mundo, especialmente los de mayoría islámica. Sin olvidar, no obstante, la mejora de las relaciones con el Islam y los Judíos.
• Desarrollar el Concilio Vaticano II a la luz de los estragos ocasionados por aquellas opciones que, en su acción, no mostraron límite y estuvieron a punto de dinamitar la Iglesia en su conjunto.
• Reformar la Curia Romana, siempre presta al tráfico de influencias y poderes en la sombra, para hacerla más transparente y eficaz, sobre todo después del escándalo del Vatileaks que desveló intrigas y enfrentamientos en su seno, y que impelió a Benedicto XVI a encargar informes secretos. Tomar decisiones sobre la banca vaticana. Llamar a una acción colegiada y adoptar la línea de tolerancia cero de Benedicto XVI respecto a los casos de clérigos pederastas.
• No confundir leyes de derecho divino con normas disciplinares, y que de acuerdo con la tradición de la Iglesia se revise la ley del celibato para que, a excepción del Obispo, otros miembros del clero como subdiáconos, diáconos y sacerdotes sean autorizados a vivir con su mujer y facilitar así el ecumenismo entre las diferentes iglesias cristianas y sus ritos milenariamente aceptados por diversos Concilios.
• Mejorar la comunicación externa, porque comunicar está ligado a una actitud de transparencia y abandono del secretismo. Ofrecer una mejor imagen ante las cámaras para ser creíble. Mejorar el lenguaje secular de encíclicas y documentos episcopales. Vencer el miedo del prelado ante los micrófonos. • Mejorar la comunicación interna; es decir, la comunión con todos los movimientos y sectores de la Iglesia, para que no aparezcan sectas dentro del catolicismo. Sectas que utilizan sus webs para fomentar el insulto y la agresividad contra cualquier opinión divergente y contra la propia jerarquía. Es necesario recuperar la unidad y la caridad dentro de la diversidad, la opinión pública necesaria dentro de la Iglesia, que defendía Pío XII. • Fundamentar el papel y la inserción de la mujer en las instituciones eclesiásticas.
• Aportar soluciones ante la escasez de sacerdotes que supone el aumento de parroquias y pueblos que deben ser atendidos por un sacerdote. • Impulsar la moral de actitudes positivas sobre la aparente moral de actos y catálogos de prohibiciones.
• Reivindicar el mensaje de amor de Jesucristo frente el sexualismo inanimado hoy dominante y atender cuestiones de la moral sexual como son las relaciones prematrimoniales, el uso de anticonceptivos, incluso contra el sida, o la homosexualidad.
. • Responder a la actual necesidad de mística que se manifiesta en el despertar de las conciencias y en la búsqueda directa de Dios mediante la meditación, la contemplación y la oración, sin reservar estas prácticas a los monasterios y a la clausura, y sin olvidar el poso espiritual que subyace y se manifiesta en el auge de esoterismos, mancias, milenarismos o el New Age.
• Dialogar sobre los logros de la globalización del mundo moderno en la cultura, en la ciencia, en el pensamiento y en las diversas cosmovisiones, de acuerdo con el espíritu e indicaciones de la Gaudium et Spes. Armonizar el cristianismo con las culturas de los pueblos conforme al término de Inculturación, descrito por Pedro Arrupe, el que fuera prepósito general de los Jesuitas y que fue reconocido como el Papa negro.

Un nuevo Papado que, en sus primeros días, ha producido una revolución de gestos y de decisiones que abre el camino a la esperanza y al perdón, sin el cual el mundo ya no existiría. Acciones a favor de algo que abre un tiempo de austeridad, de humildad, de afecto, de distensión, de comprensión, de suavidad en las formas sin ausencia de firmeza, de de proximidad y cercanía a través de sus Angelus coloquiales y cálidos que invitan al encuentro y al saludo y que reivindican la misericordia infinita de Dios para cambiar el mundo y hacerlo menos frío y más justo.

El Pueblo de Dios conformado por personas de todos los países y razas, congregado en la Plaza de San Pedro de Roma a la espera de la presencia del nuevo Papa

En la festividad de San José, ante representantes de más de 130 países, el Papa Francisco inauguró su pontificado con una homilía que, de acuerdo con la coherencia de la cultura de la vida, trazaba los ejes fundamentales del programa cristiano y realizaba un llamamiento al sentido moral básico y al sentido común universal para afrontar los dogmas totalitarios del relativismo antropológico y de la ingeniería social y biológica que trata de imponer la mentalidad hedonista mediante leyes y costumbres contrarias a la naturaleza humana. Una cultura de la vida que choca frontalmente con la incultura de la muerte que avala como prácticas respetables el aborto, la eutanasia y cualquier otro tipo de aberración. Un programa que aplicado a la vida pública, económica o social, constituye una denuncia provocadora y desafiante por su profunda carga de exigencia.

Con el símil de San José, custodio de María y de Jesús, el Papa, en referencia a la humanidad, se refirió a la obligación de custodiar amorosamente la creación a través de la defensa de la naturaleza y del medio ambiente, que comporta una mayor sensibilidad por la ecología, la denuncia de la erosión, la deforestación y el expolio de los recursos minerales y de los océanos; a través de la defensa de los animales; a través de la ayuda a los demás, especialmente a los más próximos, más necesitados, más débiles y los peor tratados por la vida; a través del rechazo de aquello que ensucia la vida como es el odio, la envidia o la soberbia.

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