31/10/12

Yo me desconvoco

En marzo de 2011, la Junta de personal del Hospital Joan XXIII de Tarragona convocó a todos los trabajadores del ICS a protestar contra los recortes, la reducción de la actividad de los servicios y los despidos. El miércoles era el día escogido, después se fue cambiando el día de la semana y la hora de concentración de la protesta. Al final, la convocatoria se trasladó a las 12,30 horas del viernes.

Antiguamente, los carteles con rostros de delincuentes se emplazaban en las calles para ofrecer una recompensa por su captura; hoy en día, los carteles se colocan para pedirnos el voto y largarnos sus insoportables discursos. Discursos que ni por asomo tienen la gracia del pronunciado por José Mota en su parodia

Desde agosto de 2011 la suerte estaba echada: las concentraciones ya no superaban el centenar de asistentes. En plena canícula, se decidió acudir un único día al mes. Frente al discurso coherente y centrado en realidades se decidió imponer el criterio de la capacidad de movilización, sin llegar a analizar ni a explotar el éxito de los centenares de asistentes a las acciones de protesta.

El discurso, simplista y repetitivo, fue perdiendo el contenido informativo que la mayoría de los asistentes demandaba con la intención de poder formarse su propia composición de lugar, habida cuenta la formación universitaria de buena parte de ellos.

La importancia de estas concentraciones de trabajadores de la asistencia primaria y hospitalaria, y la presencia de las cámaras de los medios de comunicación, atrajo la presencia de políticos ávidos de hacerse la foto ante la prensa y necesitados de captar votos. También revolotearon elementos del movimiento vecinal, del movimiento 15-M o de un movimiento Okupa, cada día más fraccionado y enfrentado entre sí, que buscaban entre los concentrados posibles clientes y adeptos para sus negocios. Una presencia solidaria con los concentrados que se podía convalidar por una foto en la prensa o unos segundos en la televisión.

Pero, con escaso criterio, en esas concentraciones públicas, se inició la tendencia a denunciar sueldos de tal o cual carguillo, y el de sus familiares pertinentes, de tal o cual facultativo o sanitario. Se fue perdiendo el sentido de unidad hasta convertir las concentraciones en un katsch a cuatro entre sectores laborales, en un combate sin golpes donde se trataba de derribar o inmovilizar al adversario electoral. Y dio comienzo el echarse en cara las cosas de unos y otros, primos contra primos y equidistantes contra equidistantes, en un desquicie que hizo perder asistentes semana tras semana. Demasiado pronto se dio por pérdida la batalla sindical y se relegó todo al apoyo ciudadano para compensar el decrecimiento del apoyo sanitario.

Muchos asistentes dieron por cierta la derrota sindical y consideraron la presencia de elementos ajenos como una manipulación política y un entreguismo a Plataformas de Defensa de los Derechos Públicos, a Federaciones de vecinos, al 15-M o a cualquier okupilla que pasara por ahí.

El declive de asistencia a las protestas ha sido una constante, de las casi quinientas personas en los primeros días se pasó a un único asistente durante los viernes del mes de octubre de 2012. No obstante, la Junta de Personal, con veintisiete miembros de cinco sindicatos diferentes, aún no ha desconvocado formalmente el acto. Apago la luz, guardo la camiseta negra de protesta y quedo a la espera de tal desconvocatoria.

Malgré tout, depuis Manostijeras et Apandadores je continuerai d'informer

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