19/8/10

En la muerte de Don Carlos Hugo de Borbón-Parma

En su mensaje del día 2 de agosto, Don Carlos Hugo de Borbón-Parma nos decía:
“Quiero decir a los Carlistas que mi estado de salud no es bueno. Estoy totalmente en las manos de Dios, rodeado de mi familia y de mis fieles. Lo único que os pido es serenidad y que sigáis adelante con nuestro proyecto de libertades, expresión moderna de nuestros antiguos fueros. Confío mucho en vuestras oraciones y en vuestro cariño.
Os pido seguir al lado de mis hermanas María Teresa, Cecilia y María de las Nieves, y de mis hijos Carlos Javier, futuro Jefe de la Dinastía, Jaime, Margarita y Carolina.”

S.A.R Don Carlos Hugo de Borbón-Parma

Acompañado de sus hijos y hermanas, S.A.R. Don Carlos Hugo de Borbón- Parma fallecía, tras larga enfermedad, en la ciudad de Barcelona el día 18 de agosto de 2010. El día anterior, con mente clara y con gran tranquilidad de ánimo, Don Carlos Hugo, pudo enviar a todos los carlistas su abrazo final.


Don Carlos Hugo pertenece ya a la historia reciente de España, y es un símbolo de buena parte de españoles que lucharon, y luchan, por los ideales que él encarnaba. Ha sido una persona honrada, coherente, leal y cuya concepción cristiana influyó en el desarrollo de su pensamiento y en sus propuestas sociocéntricas para el desarrollo de las libertades en España y en el mundo. Su testimonio de fidelidad, de creatividad, de análisis dinámico de los problemas presentes y de prospectiva nos ha de servir de estímulo para afrontar la actual interacción mundial en la que, se quiera o no, nos hallamos inmersos. Su concepción ideológica era global, abarcaba todos los ámbitos del ser humano como persona, como miembro de una familia, como miembro de una comunidad de vecinos, como integrante de un barrio, de una localidad, de un pueblo integrado en la patria hispánica, como trabajador o empresario, como sujeto de la política o del sindicalismo, de la economía o del desarrollo ideológico de la sociedad. Todos los aspectos de la convivencia humana tratados desde la óptica de la evolutiva tradición hispánica. Una concepción que partía de los dos principios ejes del cristianismo: la defensa de la dignidad de la persona y la solidaridad universal.


Audiencia de Benedicto XVI a la Familia Real Carlista el 9 de julio de 2009

A pesar de los múltiples avatares que, tanto a él como a su familia le tocaron vivir, nunca mostró acritud. La experiencia de la persecución de los nazis contra su familia, el cautiverio de su padre, Don Javier de Borbón-Parma, en campos de exterminio como el de Dachau, su presencia en España con múltiples limitaciones, su trabajo en la mina asturiana, ni el sufrir diversas expulsiones del territorio nacional por parte de la dictadura franquista fueron óbice para que dejara de animar a los carlistas en la consecución de sus objetivos.

Una opción entre realidades diferentes

En esa dicotomía entre el ser y el parecer, tan presente en la actual vida pública española, él optó por el ser. Ser, con toda su levedad y temporalidad, con sus criterios formados, con sus actuaciones que comportaron aciertos y errores a lo largo de su existencia personal. Un criterio que se ha de conformar en la familia, en la etapa educativa, de acuerdo con nuestras creencias y con los avatares que la propia vida nos presenta. Sólo así nuestro criterio podrá ser libre. Ser que se opone a la vacuidad de un parecer, sujeto a la dictadura de las encuestas y del qué dirán los otros, a la falta de argumentos, al insulto permanente, a la repetición cansina de lemas, al cambio continuo de opinión, al servirse de la sociedad para blindar sus intereses personales.

Una distinción entre el ser y el parecer que se refleja fehacientemente en el actuar político, económico y social. Hoy, cuando se habla de este actuar, el ser sería una gestión pública eficaz que combinara medidas y recursos en un presupuesto equilibrado. El parecer representaría hablar más de delitos y comportamientos injustos, de corrupción, de fraudes, de prevaricación, de cohecho, de tráfico de influencias o de malversación; de asistir a la creación de Ministerios, de Consejerías y de Concejalías totalmente inútiles e innecesarias que sólo sirven para pagar favores personales, políticos, económicos e, incluso, sexuales. Hoy, el partidismo de vivir del talonario del Estado y de las Comunidades Autónomas prima sobre la eficiencia.

Dos realidades han conformado a lo largo de los tres últimos siglos la existencia del carlismo, dos hechos fundamentales e indisolubles: el Pueblo Carlista y la Dinastía Legítima, cada uno con sus funciones. Y entre ambos el Pacto Dinastía-Pueblo. Un Pacto que no puede perder de vista en ningún momento el proceso histórico en el que se encuentra la sociedad a la que nos debemos y a la que tenemos que servir. Una realidad innegable y un espíritu de cooperación entre iguales que impulsa el progreso humano para todas las personas y pueblos de las Españas y del mundo.

En unos momentos de una sociedad como la nuestra, en fase de descomposición, derivada del sectarismo y demagogia y del continuo divide y vencerás de los diversos gobiernos, existe un alto poder de autodestrucción que impregna a todo tipo de instituciones y organizaciones, especialmente las políticas. Cuando se está llegando a un estado de cosas tal donde al que no delinque se le considera un anormal, se impone, pues, una catarsis que exige un liderazgo de tipo moral y ético, un liderazgo que distinga entre la autoridad como valor moral y el poder como ejercicio sometido a un estricto control.

Gobernar no es conseguir un cargo sino ganarse el respeto y mantenerlo. El poder se puede conseguir por diversos métodos, pero solamente la autoridad es capaz de legitimarlo. Y la autoridad la confieren los demás al admitir y aceptar la capacidad de transmitir ideas y criterios de acción colectiva, lo contrario es centrarse en un propio interés que, al final, es corrupto.


S.A.R Don Carlos Hugo de Borbón-Parma y sus hijos, Don Carlos Javier y Don Jaime en el acto de Poblet del 9 de mayo de 2009

Para los carlistas, esa autoridad, ese liderazgo moral en la sociedad lo ha de ejercer quienes representen en cada momento a la Dinastía Legítima. Una Dinastía Legítima sustentada en el apoyo del Pueblo Carlista, por el Pacto establecido entre ambos.

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