27/8/10

Joaquin Bardavío, el juanista exterminador

El escritor y periodista Joaquín Bardavío, en las páginas del diario El Mundo, en la sección Tribuna, con el antetítulo del Fin del Carlismo, escribe un artículo titulado Del integrismo al socialismo autogestionario.

El artículo comienza así: “El reciente fallecimiento de Don Carlos Hugo de Borbón Parma ha supuesto la desaparición del último pretendiente carlista que enarboló esa bandera absolutista e insurreccional que provocó tres guerras civiles y participó activamente en una cuarta, la de 1936-1939”. A lo largo del texto expresa su convicción de que “el carlismo queda definitivamente para la historia”.

Joaquín Bardavío, a lo largo de su trayectoria personal y profesional, ha puesto especial hincapié en ensalzar las figuras de don Juan y de su hijo Juan Carlos, también la del protector de éste, el almirante Carrero Blanco, o la de Adolfo Suárez. Auténticos panegíricos, siempre al servicio del poder.


En 2009, el diario La Razón presentaba a Joaquín Bardavío como un gran devorador de bocadillos


Variopinto personaje

Para comprender ese texto, hemos de acudir necesariamente a la historia personal y profesional del tal Joaquín Bardavío. Nacido en Zaragoza en 1940. Cursó estudios primarios en el Colegio del Salvador de su ciudad. Se desplazó con su familia a Madrid a los once años, mientras proseguía el bachillerato elemental en el internado que los jesuitas tenían en Tudela (Navarra). Inició estudios de Derecho y Ciencias Política hasta pasarse a estudiar Periodismo en la Universidad de Navarra y en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid.

Colaboró en diversos diarios y revistas científicas de la época hasta que en 1963 ciñó su actividad al diario Madrid, donde permanecería hasta 1968, siendo entre 1966 y 1967 secretario de la presidencia del Consejo de Administración de dicho periódico. En él realizó tareas de articulista, editorialista, enviado especial y corresponsal de guerra. Realizó misiones en 27 países y entrevistó a jefes de estado y de gobierno en Jordania, Irak, Filipinas, Siria, Thailandia y Vietnam del Sur. En 1966, con la ley de prensa de Manuel Fraga, monta la “Encuesta sobre la Monarquía”

Entre 1968 y 1969 colaboró en revistas con informes como: “El Consejo Privado del Conde de Barcelona”, “Cuánto dura en su cargo un ministro”, “Los hombres de confianza de Franco”, “La Guardia Civil”.

Como muy bien se encargaron otros autores de demostrar en posteriores estudios, el Consejo Privado del Conde de Barcelona (Triunfo, 24 de febrero de 1968) no era todo lo contrario a una camarilla, ni sus figurantes eran tan sólo personas de desahogada posición económica, en ejercicio de profesiones liberales y con diversas y numerosas fuentes de ingresos. Los 91 miembros de ese Consejo Privado tenían múltiples vinculaciones y 81 de ellos constituían un nido de conexiones con lo más rancio de la oligarquía económica, financiera, industrial y terrateniente de España, de la que formaban parte, en el decir del profesor Juan Velarde Fuertes, en el prólogo del libro El Poder de la Banca en España.

En noviembre de 1969, Joaquín Bardavío dirige una empresa periodística, Sapisa-Colpisa, que resulta de la asociación de los más importantes diarios regionales de España. En este año publica su estudio sobre “La estructura del Poder en España”.

En abril de 1970 es nombrado Jefe de los Servicios Informativos de la Presidencia del Gobierno, cargo que desempeñará hasta julio de 1973.




A estos personajes consagró su pluma Joaquín Bardavío, y sus armas de comunicador, adscrito como estaba a los servicios de información del régimen





Gregorio Morán, el 24 de marzo de 2007, en La Vanguardia, en su artículo El hombre que veía con las orejas, aludía al juanista Bardavío:
“(…)Las teorías conspiratorias nacen siempre del poder corrupto e incompetente. Fíjense en algunos detalles. En el meollo de los instructores de la teoría de la conspiración figura un periodista que tiene por nombre Joaquín Bardavío. Ya está muy mayor y muy cascado, pero más de uno se acordará de él porque escribió unos libritos muy divertidos sobre la transición. Trabajó en los Servicios de Información del coronel San Martín que tan torpes se mostraron en todas y cada una de las ocasiones estelares que hubieron de afrontar, entre otras el atentado de Carrero Blanco. Los más viejos del lugar recordamos las teorías conspirativas elaboradas por las mentes privilegiadas de entonces, los Joaquín Bardavío de Presidencia del Gobierno con Carrero muerto y Arias Navarro vivo. Todo menos reconocer, que la inmensa mole de cartón piedra del franquismo tenía una policía política incompetente y desnortada, y unos analistas lelos. El almirante Carrero Blanco ascendió a los cielos antes de tiempo porque un puñado de terroristas vascos tuvieron suerte en el aprovechamiento de la impericia del enemigo, y lo que tenía el noventa por ciento de posibilidades de fracasar, triunfó. Pero eso los tipos como Aznar, Acebes, Rajoy o Bardavío, no pueden admitirlo, porque entonces deberían cesar, dimitir o avergonzarse, pero de seguro que siguen durmiendo bien.
Las teorías conspirativas nacen para cubrir las vergüenzas de los estados, y quienes las jalean y las defienden se olvidan que algún día alguien, como hago yo ahora con Joaquín Bardavío, miembro de los servicios llamados de documentación del franquismo en sus épocas más siniestras, y colaborador voluntario de la actual teoría de la conspiración, les sacarán las vergüenzas y les preguntarán para quién trabajan, porque me consta que buena parte de ellos creen en la conspiración tan poco como yo.”


El afán comunicador de Bardavío también se ha vertido con el sucesor

Tras este periplo, pasó a la empresa privada y llegó a desempeñar las funciones de secretario general de la Confederación Empresarial Española hasta su fusión en la C.E.O.E, donde desarrolló tareas profesionales de información y comunicación.

Una tarea profesional que ha ido combinando con actividades de escritor, añadiendo a su lista de libros los siguientes: Políticos para una crisis, La crisis, EL dilema, Sábado Santo ROJO, La rama trágica de los Borbones, Los silencios del Rey, Crónica de la Transición 1973-1978.

En 2009, en la presentación de su Crónica de la Transición 1973-1978, Pilar Cernuda lo calificaba de “un poco la historia de todos nosotros, Fernando Jauregui de “reportajeador de la historia”, y “hacedor de exclusivas” “sin rencor”. Asistieron personajes como Nicolás Franco y Pascual de Pobil y Santiago Carrillo, Alfonso Osorio o Teodulfo Lagunero, José María López de Letona o la duquesa viuda de Fernández Miranda, Mario y Diego Armero, hijos del fallecido abogado Jose Mario Armero, fundamental en los inicios de la Transición, y antiguos responsables del CSID, como Aurelio Madrigal y Javier Calderón.

Un juanista de los servicios de información de la dictadura

En el artículo Del integrismo al socialismo autogestionario, el juanista Joaquín Bardavío pretende conseguir de un plumazo, aquello que otros intentaron con anterioridad: la eliminación del Carlismo. Como no pudieron conseguirlo en 1976 con la operación de Estado denominada Reconquista de Montejurra, lo quiere conseguir ahora con un artículo en el diario El Mundo.

Como miembro que fue de los servicios de información de Carrero Blanco, su obsesión contra el carlismo ha sido permanente. Por ello, no resulta extraño en Joaquín Bardavío esta nueva andanada para tratar de enterrarnos en vida, como lo han pretendido tantos otros a lo largo de nuestra historia. Sin duda, en cualquier país civilizado, ese enterramiento en vida, esa lapidación pública constituiría un asesinato en el que habría actores por acción -quienes pretenden ese fin- y por omisión -los medios que facilitan ese fin-. Asesinar, que debería estar muy mal visto por la sociedad, es matar a una persona con premeditación, alevosía, etc., y el diccionario de la RAE, a quien asesina lo llama asesino.

En estos tres últimos siglos, en los que hemos visto pasar a miles de organizaciones, personas y personajillos que prometían milenarismos de todo tipo, también hemos padecido el afán exterminador de algunos cuantos, de quienes, afortunadamente, nadie se acuerda ya.

No se preocupe don Joaquín Bardavío que cuando le llegue el momento, ¡Dios no lo quiera próximo!, no le quepa la menor duda, y se lo puedo asegurar paisano que, a su sepelio, acudirá algún que otro carlista. Y que algún otro le escribirá una buena necrológica, incluso mejor que las suyas.

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19/8/10

En la muerte de Don Carlos Hugo de Borbón-Parma

En su mensaje del día 2 de agosto, Don Carlos Hugo de Borbón-Parma nos decía:
“Quiero decir a los Carlistas que mi estado de salud no es bueno. Estoy totalmente en las manos de Dios, rodeado de mi familia y de mis fieles. Lo único que os pido es serenidad y que sigáis adelante con nuestro proyecto de libertades, expresión moderna de nuestros antiguos fueros. Confío mucho en vuestras oraciones y en vuestro cariño.
Os pido seguir al lado de mis hermanas María Teresa, Cecilia y María de las Nieves, y de mis hijos Carlos Javier, futuro Jefe de la Dinastía, Jaime, Margarita y Carolina.”

S.A.R Don Carlos Hugo de Borbón-Parma

Acompañado de sus hijos y hermanas, S.A.R. Don Carlos Hugo de Borbón- Parma fallecía, tras larga enfermedad, en la ciudad de Barcelona el día 18 de agosto de 2010. El día anterior, con mente clara y con gran tranquilidad de ánimo, Don Carlos Hugo, pudo enviar a todos los carlistas su abrazo final.


Don Carlos Hugo pertenece ya a la historia reciente de España, y es un símbolo de buena parte de españoles que lucharon, y luchan, por los ideales que él encarnaba. Ha sido una persona honrada, coherente, leal y cuya concepción cristiana influyó en el desarrollo de su pensamiento y en sus propuestas sociocéntricas para el desarrollo de las libertades en España y en el mundo. Su testimonio de fidelidad, de creatividad, de análisis dinámico de los problemas presentes y de prospectiva nos ha de servir de estímulo para afrontar la actual interacción mundial en la que, se quiera o no, nos hallamos inmersos. Su concepción ideológica era global, abarcaba todos los ámbitos del ser humano como persona, como miembro de una familia, como miembro de una comunidad de vecinos, como integrante de un barrio, de una localidad, de un pueblo integrado en la patria hispánica, como trabajador o empresario, como sujeto de la política o del sindicalismo, de la economía o del desarrollo ideológico de la sociedad. Todos los aspectos de la convivencia humana tratados desde la óptica de la evolutiva tradición hispánica. Una concepción que partía de los dos principios ejes del cristianismo: la defensa de la dignidad de la persona y la solidaridad universal.


Audiencia de Benedicto XVI a la Familia Real Carlista el 9 de julio de 2009

A pesar de los múltiples avatares que, tanto a él como a su familia le tocaron vivir, nunca mostró acritud. La experiencia de la persecución de los nazis contra su familia, el cautiverio de su padre, Don Javier de Borbón-Parma, en campos de exterminio como el de Dachau, su presencia en España con múltiples limitaciones, su trabajo en la mina asturiana, ni el sufrir diversas expulsiones del territorio nacional por parte de la dictadura franquista fueron óbice para que dejara de animar a los carlistas en la consecución de sus objetivos.

Una opción entre realidades diferentes

En esa dicotomía entre el ser y el parecer, tan presente en la actual vida pública española, él optó por el ser. Ser, con toda su levedad y temporalidad, con sus criterios formados, con sus actuaciones que comportaron aciertos y errores a lo largo de su existencia personal. Un criterio que se ha de conformar en la familia, en la etapa educativa, de acuerdo con nuestras creencias y con los avatares que la propia vida nos presenta. Sólo así nuestro criterio podrá ser libre. Ser que se opone a la vacuidad de un parecer, sujeto a la dictadura de las encuestas y del qué dirán los otros, a la falta de argumentos, al insulto permanente, a la repetición cansina de lemas, al cambio continuo de opinión, al servirse de la sociedad para blindar sus intereses personales.

Una distinción entre el ser y el parecer que se refleja fehacientemente en el actuar político, económico y social. Hoy, cuando se habla de este actuar, el ser sería una gestión pública eficaz que combinara medidas y recursos en un presupuesto equilibrado. El parecer representaría hablar más de delitos y comportamientos injustos, de corrupción, de fraudes, de prevaricación, de cohecho, de tráfico de influencias o de malversación; de asistir a la creación de Ministerios, de Consejerías y de Concejalías totalmente inútiles e innecesarias que sólo sirven para pagar favores personales, políticos, económicos e, incluso, sexuales. Hoy, el partidismo de vivir del talonario del Estado y de las Comunidades Autónomas prima sobre la eficiencia.

Dos realidades han conformado a lo largo de los tres últimos siglos la existencia del carlismo, dos hechos fundamentales e indisolubles: el Pueblo Carlista y la Dinastía Legítima, cada uno con sus funciones. Y entre ambos el Pacto Dinastía-Pueblo. Un Pacto que no puede perder de vista en ningún momento el proceso histórico en el que se encuentra la sociedad a la que nos debemos y a la que tenemos que servir. Una realidad innegable y un espíritu de cooperación entre iguales que impulsa el progreso humano para todas las personas y pueblos de las Españas y del mundo.

En unos momentos de una sociedad como la nuestra, en fase de descomposición, derivada del sectarismo y demagogia y del continuo divide y vencerás de los diversos gobiernos, existe un alto poder de autodestrucción que impregna a todo tipo de instituciones y organizaciones, especialmente las políticas. Cuando se está llegando a un estado de cosas tal donde al que no delinque se le considera un anormal, se impone, pues, una catarsis que exige un liderazgo de tipo moral y ético, un liderazgo que distinga entre la autoridad como valor moral y el poder como ejercicio sometido a un estricto control.

Gobernar no es conseguir un cargo sino ganarse el respeto y mantenerlo. El poder se puede conseguir por diversos métodos, pero solamente la autoridad es capaz de legitimarlo. Y la autoridad la confieren los demás al admitir y aceptar la capacidad de transmitir ideas y criterios de acción colectiva, lo contrario es centrarse en un propio interés que, al final, es corrupto.


S.A.R Don Carlos Hugo de Borbón-Parma y sus hijos, Don Carlos Javier y Don Jaime en el acto de Poblet del 9 de mayo de 2009

Para los carlistas, esa autoridad, ese liderazgo moral en la sociedad lo ha de ejercer quienes representen en cada momento a la Dinastía Legítima. Una Dinastía Legítima sustentada en el apoyo del Pueblo Carlista, por el Pacto establecido entre ambos.

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